jueves, 26 de julio de 2018

De vacaciones, descanso y arrimar el hombro


Por estas latitudes andamos en tiempos de vacaciones. Y estos días he estado pensando en el descanso compartido.
Muchos pasamos las vacaciones -o una parte de ellas- en familia. Y es una tentación enorme convertir “mi descanso” en el único horizonte.
Estoy de vacaciones, este es mi tiempo de descanso, me lo he ganado y ahora me toca no dar golpe. Y ahí me quedo.
El problema es que por el camino uno puede olvidar que también los otros están de vacaciones, y también se merecen descansar. Porque alguien tiene que hacer la compra, la comida, limpiar la casa, lavar la ropa, la plancha, ¿Verdad? porque todo eso no se hace solo.
Y desgraciadamente, demasiadas veces la mayor parte de esa tarea recae tan solo una parte de la familia. Y digo yo que es comprensible que cuando somos niños se nos permita disfrutar sin más, quizás con algún pequeño encargo -que es bastante educativo-, del tipo tú vete a por el pan, tú pones la mesa, etc-.
Pero cuando nos vamos haciendo un poco mayores, ¿De verdad lo sigue teniendo que hacer todo mamá? ¿O papá? ¿O quien lo haga? (desgraciadamente aún en demasiados casos la mayoría recae sobre “mamá”).
Hay gente que, con 18 años se ve suficientemente mayor para marchar de viaje por Europa, disfrutar sin problema de la mayoría de edad recién conquistada, ser independiente y autosuficiente fuera. Pero sigue viviendo en casa a mesa puesta, a cuerpo de rey y sin dar un palo al agua.
No estaría de más que estas vacaciones, si son compartidas, cada uno hiciéramos todo lo posible para que no recaiga todo siempre sobre los mismos, y que sean, de verdad, vacaciones para todos en la familia, compartiendo el descanso y la responsabilidad, o sea, la vida misma.

José María Rodríguez Olaizola

Ciao.

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