viernes, 26 de octubre de 2018

¿Quién no sintió alguna vez el desánimo o el cansancio?


Muchas veces nos ha pasado de sorprendernos de saber que alguien -cercano o no tanto- pasó momentos difíciles de bajón, cansancio o desánimo. Y este hecho nos lleva a darnos cuenta que no somos los únicos que flaqueamos o nos desanimamos a lo largo de nuestra vida.
Y es que la vida es algo serio y nada fácil para nadie (supongo).
Tiene muchas idas y vueltas, momentos de estar bien, otros donde se vuelve monótona (aunque no carente de sentido) y otros en los cuales nos sentimos derrumbarnos, como el profeta Elías, que en un momento se cansó y se tiró en el camino diciéndole a Dios que no quería saber más nada, que se sentía un fracaso, que se lo llevara de una vez.
Y por supuesto ¿Quién no ha sentido la voz de un “ángel” que como al mismo profeta nos decía?:
“¡Ánimo amigo, amiga! Come y bebe, recupera las fuerzas que aún tienes mucho para dar.”
Elías no se levantó a la primera. Comió y bebió del pancito y el poquito de agua que le había enviado Dios, pero se volvió a dormir, como diciendo “todavía no”.
El ángel lo llamó por segunda vez: “Elías levántate, come y bebe”, y Elías se levantó y sintió que recuperaba las fuerzas y se puso de nuevo en camino.
¡Qué bueno a veces animarse a decirle a Dios: “No puedo más, estoy harto, no sé qué hacer”!(O como nos salga) y esperar la voz que de alguna forma sonará, pero que nos dará la fuerza para continuar.
Es que Dios siempre responde. Tal vez no como nosotros lo pensaríamos o lo haríamos. Siempre envía “ángeles” a ayudarnos a recuperar el ánimo y la fuerza. Gente que nos aconseja, reconforta, nos hace sentir su amistad o nos lleva a Dios.
Y por supuesto a veces nos tocará a nosotros ser eso ángeles que llevemos consuelo, ánimo o fortaleza. Ojalá estemos atentos a las llamadas.
Es que no tiene sentido presumir de poder con todo cuando vemos que no es así. Basta un poco de humildad para reconocer que no es malo necesitar de los demás. En definitiva el individualismo -que se nos pega de la cultura- no es realista, porque desde siempre sabemos que somos seres sociales, necesitados de mucho, aunque capaces también de mucho y que a todos nos hace bien establecer vínculos de dar y recibir amor.
¿Qué hay de malo en pedir ayuda? Si hasta el mismo Hijo de Dios lo hizo cuando les dijo a sus discípulos: “Quédense conmigo y oren porque siento una angustia de muerte”.
Dejemos que otros nos ayuden y también animémonos a ser la voz y los brazos de Dios para echar una mano al que nos encontremos por el camino y ayudándolo a ponerse de pie.

Padre German Guidi SJ

Ciao.

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