A veces, la vida pesa. Nos ahogan los problemas, las exigencias. Nos duelen la enfermedad, el silencio, las peleas, las pérdidas. Nos lastima el amor que no recibimos, y también el que no somos capaces de dar.
Nos enfrentamos a circunstancias que parecen imposibles de resolver, a callejones sin salida.
Para momentos así, Mamerto Menapace, con gran sabiduría, nos dice que del laberinto siempre se sale por arriba. Lo que esto quiere significar es que cuando se agotan las respuestas humanas aquí en la tierra, para salir del laberinto, hay que mirar hacia Dios en el cielo. Y confiar.
Confiar en que allí donde nuestras fuerzas no alcanzan, Dios pondrá las suyas. En que, cuando nuestros medios no son suficientes, Dios proveerá lo que necesitamos. En que allí donde nos duele, Dios derramará amor. Que donde nos ciega nuestra propia oscuridad, Él vendrá a iluminar el camino con su luz. Que allí donde hay muerte, Él sembrará vida.
Ciao.
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