domingo, 8 de septiembre de 2019

La historia tiene heridas



Jesús, en su humanidad, tenía las suyas. 

Y cada uno de nosotros, también, estamos un poco heridos.
Todos tenemos nuestras cicatrices. Todos tenemos algunas líneas ásperas y rugosas que nos han ido delineando el carácter. Que probablemente nos han ayudado a crecer. O que tal vez aún no podemos sanar del todo.
Dios no se desentiende de nuestras heridas. Más bien, todo lo contrario. Va dejando sobre ellas su huella. Rastros de su paso que curan. Que alivian. Que nos ayudan a seguir caminando aunque todavía duela.
Por eso, las heridas no son tan solo piezas rotas o trayectos malogrados de nuestras historias. Las cicatrices no son meras imperfecciones. Son lugares de fragilidad preciosa, sobre los que Dios puede y quiere reconstruir.
Este es también otro de los rasgos de la resurrección: nos invita a recomponer lo roto. A hacer de los costados más vulnerables, de las heridas, tierra de renovación. A reparar lo que nos ha quebrado y a dejar bien a la vista las cicatrices, que hablan de fortaleza y simbolizan que así como podemos rompernos, también podemos sanar.

@encontradios

Ciao.

No hay comentarios: