Una bienvenida formal, como lo que es ofrecido en empresas privadas o públicas, es agradable, deja a los clientes satisfechos, pero no es lo ideal.
La recepción debe ser personalizada, de acuerdo con la necesidad de cada persona. De esta manera se humaniza y la persona se siente, no sólo bien acogida, sino también amada.
Cada persona tiene su temperamento, su cultura, su formación, sus carencias afectivas y materiales. Debemos considerar todo eso, y ofrecer aquello que está a nuestro alcance.
Tal vez, no tengamos la solución a sus problemas, pero podemos darle paz, luz y fuerza, para enfrentar sus propias dificultades con coraje, y con la seguridad de que no está sola.
La acogida que damos al prójimo, Jesús lo toma como hechas a Él.
Y esta será tomada en cuenta el día de nuestro encuentro definitivo con Él: “Porque tuve hambre y ustedes me dieron de comer; tuve sed y ustedes me dieron de beber. Fui forastero y ustedes me recibieron en su casa” (Mt. 25,35)
Apolonio Carvalho Nascimento
Ciao.
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