sábado, 5 de septiembre de 2020
Enfrentados con nosotros mismos
No pocas veces terminamos enfrentados con nosotros mismos por excedernos en nuestras pretensiones respecto de nuestra persona u otras personas.
Parece que sugiriéramos a la vida los precios con los cuales pagar el disfrute de la misma o si tuviéramos que padecer algo para poder recibir de ella tantas cosas buenas que, sin esforzarnos tanto, llegan a nuestro corazón y nuestras manos.
El famoso “en todo amar y servir” no es resultado de un buen propósito sino más bien del «conocimiento interno de tanto bien recibido» , esto es, de la gratuidad con que hemos recibido la vida y sus dones.
El consumismo de bienes, servicio e información es como un remolino que va poniendo precio, mérito, pago y exigencia a todo lo que encuentra a su paso, dejándonos por fuera de la gratuidad con que el sol sale por las mañanas, con que los amigos nos regalan de su tiempo, con que el vino nos alegra las comidas, y así cada uno puede alargar su lista con tantas cosas que Dios no se ahorró y de balde nos pone todos los días.
Tal vez sea la ventana a la ternura de Dios que se manifiesta en todas las creaturas, con la que podamos descansar un poco y descubrir que nuestras energías están para algo más que las preocupaciones, que están para “el Reino de Dios y su justicia” (Mt 6, 33)... Para lo cual tal vez tengamos que romper con una mirada de ver la vida para entrar de verdad en ella.
Espiritualidad Ignaciana
Ciao.
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