domingo, 27 de septiembre de 2020

La búsqueda de sentido


Aunque la búsqueda de sentido siempre ha sido un aspecto importante en la vida del ser humano, en nuestra época parece haberse convertido en una urgencia.
A pesar de la nueva visión del universo que nos han transmitido los físicos cuánticos y los cosmólogos modernos en la que se evidencia que la humanidad está íntimamente involucrada con lo que está sucediendo en el cosmos, muchos de nosotros aún seguimos atrapados por el concepto que plantearon Descartes y Newton.
Descartes y Newton consideraban que los seres humanos éramos meros observadores de un “universo mecánico” al que no aportamos nada.
Esta visión de estar solos, de ser insignificantes en un Universo indiferente, ha empeorado aún más con la falta de sentido que tiene en nuestro mundo científico la imagen de Dios, tal como es representada en la religión tradicional.
Así llegamos a una creciente sensación de soledad, de carencia de apoyo en la vida y, en los casos mas graves, a estados depresivos e incluso a comportamientos violentos.
Además, nuestra conciencia de las primeras impresiones emocionales y sociales, que configuran la imagen que tenemos de nosotros mismos y determinan nuestro comportamiento ante el mundo, nos hacen sentir aún más faltos de control, como autómatas con reacciones impulsivas. Incluso podemos sentirnos impotentes para cambiar.
Nos experimentamos como prisioneros de nuestro condicionamiento pasado, de nuestras propias necesidades insatisfechas; es decir, prisioneros del "ego".
Sin embargo, sí que podemos cambiar. Quizás no podamos modificar nuestras circunstancias. Pero por difíciles que éstas sean, podemos optar por cambiar nuestra actitud ante ellas: Tenemos la opción de no reaccionar de la manera en la que siempre lo hemos hecho; podemos salir de la prisión de nuestro pasado.
El gran regalo disponible para todos es la meditación, con su énfasis en abandonar los pensamientos y las imágenes ayudados por nuestra palabra de oración, nuestro mantra. La imagen de Dios, o lo que pensamos acerca de Él, ya no es lo importante pues la experiencia espiritual es lo realmente valioso.
El compromiso con la práctica de la meditación abre una forma más profunda, interior e intuitiva de conocimiento, pleno de significado, que a menudo es llamado el "Ojo del Corazón". Se trata de sabiduría más que de conocimiento.
En el silencio, escuchamos con claridad la voz interior de nuestro "yo verdadero" en lugar del falso parloteo del "ego". El "yo" nos desafía "a tomar nuestra cruz" y evitar que el ego siga creciendo con sus ideas. Y, así, podremos realizar los cambios necesarios y la integración de todo nuestro ser. Podremos abandonar nuestras respuestas aprendidas y dar paso a la libertad del momento presente en el que disponemos de la oportunidad de responder de forma creativa. Cuando descubrimos esta libertad, vamos aflojando las ataduras que nos sujetan a lo superficial.
Nuestro verdadero "yo" conectado con lo Divino es nuestra fuente y fortaleza y nos trae la sabiduría y la compasión. Así redescubrimos el sentido de la vida que habíamos perdido de vista. No nos referimos a un sentido general de la vida sino al que cada uno de nosotros tiene de forma única y personal. En el cristianismo existe una fuerte tradición del concepto de "vocación" y "destino": somos llamados "por nuestro nombre". Cada uno de nosotros es único y especial.
El término "llamar" parece sugerir algo grandioso, que debemos hacer algo especial, pero puede significar simplemente ser llamados a ser lo que realmente somos, donde estamos: Por ejemplo, a ser un buen padre o un verdadero amigo, ayudando a otros para que crezcan también ellos.
La meditación, con su énfasis en poner toda la atención en nuestro mantra, nos permite tener perspectiva sobre nosotros mismos y nuestras necesidades y deseos y dirigirnos a lo Divino y también a nuestros semejantes.
¿Qué diferente sería nuestro mundo entonces? Thomas Merton lo expresó con estas palabras: “Entonces fue como si de repente viera la belleza secreta de sus corazones, la profundidad de sus corazones donde ni el pecado, ni el deseo, ni el autoconocimiento pueden alcanzar el núcleo de su realidad, la persona que cada uno es a los ojos de lo Divino. 
Si tan solo pudieran verse a sí mismos como realmente son... Si tan solo pudiéramos vernos de esa manera todo el tiempo. No habría más guerras, ni más odio, ni crueldad, ni avaricia”.

Kim Nataraja
Traducido por WCCM España

Ciao.

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