Me seduces, Señor, sin artificio ni adorno.
Con la verdad desnuda de tu Palabra, de tus preguntas, de tu Cruz.
Me cautivas en la pasión de tu vida y de tu muerte, y en la esperanza de tu Resurrección.
No me siento muy capaz, pero Tú me llamas, y ahí germina la lucha: Te admiro, y me alejo, te quiero, y te niego, te escucho, me pierdo, Tú eres luz, yo estoy ciego.
Pero no cejes en el empeño. Prefiero tu invasión difícil a mi seguridad vacía.
Tú sabrás derribar los muros y llenar mi casa de Vida.
José María Rodríguez Olaizola SJ
Ciao.
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