Muchas veces nos han roto el corazón. Hemos confiado y hemos sido heridos; por acciones, por palabras, por gestos... Estas heridas pueden llevarnos por largos períodos de sufrimiento y despertar en nosotros sentimientos de odio, de rencor, de amargura y muchas veces hasta de venganza.
Todos esos sentimientos son como cadenas que no nos dejan avanzar, que nos mantienen paralizados. Son como fardos pesados con los que creemos que debemos ir cargando a lo largo de la vida.
El camino que nos propone Jesús para poder sanar estas heridas es el perdón. No es fácil perdonar, pero si tomamos la decisión de comenzar a avanzar por sus sendas, podemos estar seguros de que seremos más libres, dejaremos entrar en nuestra vida un nuevo aire fresco que nos liberará de todo aquello que ensombrece nuestros días, nos dará luz para ver el mundo con todos sus matices y nos permitirá volver a comenzar de nuevo.
La Cuaresma es un buen tiempo para pedir perdón, pero también un buen tiempo para perdonar. Para soltar esos fardos pesados que vamos cargando. El perdón es como lluvia fresca sobre el barro de nuestra vida, solo él logrará fecundarla y entonces florecerá.
Espiritualidad Ignaciana
Ciao.
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