sábado, 10 de abril de 2021

La imperdonable osadía de perdonar


 Como se descompone la luz cuando cruza un prisma, del mismo modo la sanación del paralítico dejó ver todos los matices de la redención del hombre. Y no todos gustaron por igual.

En las demás curaciones, una sola palabra, o un solo gesto, perdonaba los pecados del enfermo y sanaba su cuerpo. En este caso, sin embargo, Jesús pronunció dos palabras. Primero exclamó: Hijo, tus pecados te son perdonados. Y, más tarde: Levántate, coge tu camilla y vete a tu casa.

Si sólo hubiese pronunciado la segunda, si el Señor se hubiera limitado a sanar cuerpos, amainar tormentas, expulsar demonios y alimentar estómagos, habría sido rey en Israel, lo habrían aclamado las masas, y habría muerto de viejo, rodeado de vientres agradecidos.

Lo que perdió al Señor fue su afán de perdonar pecados. ¡Blasfema! ¿Quién puede perdonar pecados, sino solo uno, Dios? Y como blasfemó murió. Porque un curandero te resulta útil para conseguir tus fines, pero un Dios que te perdona se apodera de tu corazón al perdonarte. Y aquellos hombres, que querían salud, no estaban dispuestos a rendir el corazón.

Muchos hay dispuestos a rezar para obtener curaciones. Pero no todos ellos están dispuestos a confesar sus pecados.

Padre José Fernando Rey Ballesteros

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Ciao.

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