La oración es un tema complejo para muchas personas, pues toca el lugar de Dios en la vida, su sentido, el cómo, el cuándo y el para qué orar.
La oración, como la vida, no siempre es fácil. Pasamos por altos, bajos y curvas, por caminos plácidos y serenos, y otros áridos y pedregosos, según como se vaya experimentando a Dios: Lejano, vivo, cercano, ausente, presente, amado con amor ardoroso y apasionado...
Quizá hoy estemos viviendo momentos de aridez acentuados por una realidad que nos supera por la inestabilidad, el dolor, la pobreza, la incertidumbre, la muerte y los pocos horizontes de esperanza que cuesta ver con claridad en el camino. Sin embargo, la vida no se detiene, sigue abriéndose paso.
El Señor nos invita a alimentar la oración de la misma vida que surge tímida aquí y allá, de la naturaleza que disfrutamos, de la apertura a las experiencias nuevas, de los vínculos a veces inesperados que vamos construyendo, de las personas con historias concretas que nos dejan algo... Todo esto alimenta la vida y son materia para el diálogo con el Señor, cuyo sello siempre será la gratuidad.
Espiritualidad Ignaciana
Ciao
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