domingo, 5 de septiembre de 2021

Dios actúa en nuestra vida

 Cuando nos damos cuenta de que una actividad, una persona, un proyecto absorbe muchas de nuestras energías, podemos preguntarnos si no tendremos una “afección desordenada”. 

Esta afección, a la que nos vemos incapaces de renunciar, no nos dejará elegir en libertad, ni encontrarnos con Dios, ya que estaremos apegados o centrados en ella. Es bueno examinar, entonces, si en nosotros hay un deseo de posesión ante esto: 

De aferrarme a este proyecto o actividad, de control a otras personas, aunque sea de forma sutil, sobre aquello que piensan, sienten o realizan. 

De que esta idea o actividad que hacemos esté protegida de las críticas, o de buscar que todo dependa de nosotros.

El problema no es esta afección, ni siquiera la fuerza de la misma, sino el proceso y el lugar simbólico que ocupa en nuestra vida espiritual, donde acabamos buscando otro fin distinto del que considerábamos antes de habernos “desordenado”. 

Es posible que, en realidad, haya un deseo de buscarnos a nosotros mismos, del nuestro “propio amor, querer e interés”, que revestimos con razones buenas y cristianas. 

Los creyentes tenemos el riesgo de intentar convencer a Dios de que lo que queremos nosotros sea siempre su voluntad, “de manera que allí venga Dios donde yo quiero”. Y no dejar a Dios que actúe realmente a través de mí, y también de los demás.

Espiritualidad Ignaciana

Ciao.

 

No hay comentarios: