En muchas ocasiones nos toca acompañar a personas queridas que están pasando por momentos dolorosos. Son momentos duros, pues vemos como seres cercanos están cargando con su cruz y nosotros no sabemos muy bien qué hacer. Sentimos impotencia, dolor, frustración y solo nos queda rezar.
De alguna manera, esta fue la experiencia que sufrió María al ver a su Hijo colgado de la Cruz. No sabía qué se podía responder ante una situación tan incomprensible. Sin embargo, ella estuvo hasta el final, acompañando a Jesús hasta el último momento y compartiendo su mismo dolor.
Por ello, cuando estemos junto a un ser querido que sufre, podremos mirar a la Virgen y saber que ella nos entiende.
María pasó por lo mismo y nos comprenderá. Ella nos ayudará a transformar nuestra angustia en esperanza y nos dará fuerzas para que nuestra confianza en Dios no desfallezca.
Espiritualidad Ignaciana
Ciao.
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