«Vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarlo» (Mt 2, 2)
Estas palabras, que solo recoge el Evangelio de Mateo, las pronuncian unos «sabios» que han llegado desde lejos a hacer una visita bastante misteriosa al niño Jesús.
Es un grupo pequeño que emprende un largo camino siguiendo una pequeña luz, en busca de una Luz más grande, universal: El Rey que ya ha nacido y está presente en el mundo. De ellos no sabemos más, pero este episodio está lleno de motivos para la reflexión y la vida cristiana.
Ha sido elegido y propuesto en este año por los cristianos de Oriente Próximo para celebrar la «Semana de oración por la unidad de los cristianos», una ocasión preciosa para volver a ponernos en camino juntos, abiertos a la acogida recíproca pero sobre todo al designio de Dios de ser testigos de su amor para todas las personas y pueblos de la tierra.
«Vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarlo»
Esto dicen los cristianos de Oriente Próximo en el documento que acompaña a las propuestas para esta Semana de Oración: «[…] La estrella que apareció en el cielo de Judea constituye un signo de esperanza largamente esperado, que lleva a los Magos –y en ellos, en realidad, a todos los pueblos de la tierra– al lugar donde se manifiesta el verdadero Rey y Salvador. La estrella es un don, un signo de la presencia amorosa de Dios para toda la humanidad. […] Los Magos nos revelan la unidad de todos los pueblos deseada por Dios. Viajan desde países lejanos y representan culturas diversas, y sin embargo a todos los empuja el deseo de ver y conocer al Rey recién nacido; se reúnen en la gruta de Belén para honrarlo y ofrecerle sus regalos. Los cristianos están llamados a ser en el mundo un signo de la unidad que Él desea para el mundo. Aunque pertenezcan a culturas, razas y lenguas distintas, los cristianos comparten una búsqueda común de Cristo y un común deseo de adorarlo. La misión de los cristianos es, pues, ser un signo, como la estrella, para guiar a la humanidad sedienta de Dios y llevarla a Cristo, y para ser instrumento de Dios para realizar la unidad de todas las gentes». La estrella que resplandece para los Magos es para todos, encendida ante todo en lo profundo de la conciencia que se deja iluminar por el amor. Todos podemos agudizar la mirada para descubrirla, ponernos en camino para seguirla y alcanzar la meta del encuentro con Dios y con los hermanos en nuestra vida cotidiana, para compartir con todos nuestras riquezas.
«Vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarlo»
Honrar a Dios es fundamental para reconocernos ante Él tal como somos: Pequeños, frágiles, siempre necesitados de perdón y misericordia y, por ello, sinceramente dispuestos a la misma actitud para con los demás. Este honor, debido solo a Dios, se expresa plenamente en la adoración.
Podemos dejarnos ayudar por estas palabras de Chiara Lubich: «[…] ¿Qué significa “adorar” a Dios? Es una actitud que se dirige solo a Él. Adorar significa decirle a Dios: “Tú eres todo”, es decir: “Eres el que es”; y yo tengo el inmenso privilegio de vivir para reconocerlo. […] significa también […]: “Yo soy nada”. Y no decirlo solo con palabras. Para adorar a Dios hace falta anularnos nosotros y hacer que triunfe Él en nosotros y en el mundo. […] Pero el camino más seguro para llegar a la proclamación existencial de nuestra nada y el todo de Dios es totalmente positivo. Para anular nuestros pensamientos no tenemos más que pensar en Dios y tener sus pensamientos, que se nos revelan en el Evangelio. Para anular nuestra voluntad no tenemos más que cumplir su voluntad, que se nos indica en el momento presente. Para anular nuestros afectos desordenados basta con tener en el corazón el amor a Él y amar a nuestros prójimos compartiendo sus ansias, sus penas, sus problemas, sus alegrías. Si somos “amor” siempre, sin que nos demos cuenta seremos nada por nosotros mismos. Y viviendo nuestra nada, afirmamos con la vida la superioridad de Dios, que Él es todo, y así nos abrimos a adorar verdaderamente a Dios».
«Vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarlo»
Podemos adoptar las conclusiones de los cristianos de Oriente Próximo: «Después de haber conocido al Salvador y haberlo adorado juntos, los Magos, prevenidos en sueños, regresaron a sus países por otro camino. Del mismo modo, la comunión que compartimos en la oración común debe inspirarnos a volver a nuestras vidas, a nuestras Iglesias y al mundo entero recorriendo nuevos caminos. […] Ponerse al servicio del Evangelio requiere hoy el esfuerzo de defender la dignidad humana, sobre todo de los más pobres, los más débiles y los marginados. […] El camino nuevo para las Iglesias es el camino de la unidad visible, que perseguimos con sacrificio, coraje y audacia, de modo que, día tras día, “Dios sea todo en todos” (1 Co 15, 28)».
LETIZIA MAGRI
Ciao.
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