Tus brazos envuelven a toda criatura en gesto fraterno.
Tu rostro cansado proclama, callando, el perdón eterno.
Con manos vacías, clavado a este mundo llegas a la meta.
Siervo maltratado, sufres el destino que anunció el profeta.
Tu cuerpo quebrado muestra, en su pobreza, un nuevo camino.
Del costado roto brota, a borbotones, el llanto divino.
Sangre y agua fluyen, lágrimas que gritan desde las heridas.
Siervo despreciado, que para salvarnos entregas la vida.
Hay crucificadas tantas esperanzas que no se marchitan pese a la sequía.
Hay crucificados tantos inocentes a los que el pecado dejó a la deriva.
Hay crucificado tanto amor negado que no halló respuesta cuando la pedía.
Pero allá, en la cruz, rompiendo la inercia late un corazón que anuncia la Vida.
Es tu corazón, Jesús, casa donde guarecernos en nuestras tormentas.
Es tu corazón, Jesús, mesa donde recobramos las gastadas fuerzas.
Es tu corazón, Jesús, canto con el que bendices esta tierra seca
Es tu corazón, Jesús, fiesta que a todos convoca y a todos alegra.
José María Rodríguez Olaizola
Ciao.
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