En un mundo cada vez más egocentrado, se va haciendo imprescindible aprender a vivir en segunda (y tercera) persona.
Estoy cansado, o contento, o herido, o jodido, o ilusionado, o agobiado, o endiabladamente perdido... Según el día, según el tiempo, según el humor o la cantidad de trabajo. Es inmediato el pensar en el mundo como mi mundo, en el momento en función de mi estado de ánimo, en los otros en función de su relación conmigo: Mamá no me entiende, mi jefe es un genio si valora mi trabajo, o idiota por lo que me pide, mis amigos se están pasando conmigo, mi novio o mi novia cubre todas mis expectativas o me defrauda, y así sucesivamente. ¿Es posible vivir de otro modo?
Vivir en clave de «tú»:
Tal vez es inevitable una dosis de subjetivismo, y un cierto énfasis en el 'yo', pues mi conciencia es mi filtro. Sin embargo a veces habría que hacer el ejercicio de intentar ponerme en la piel del otro, especialmente del otro cercano, que es el que llena mi horizonte vital. A veces habría que hacer el esfuerzo por pensar en 'tú', tratando de descifrar cómo eres, qué sientes, si sufres y por qué, de dónde viene esa sonrisa fascinante, esas ojeras o esa mirada compungida. A veces tendría que tratar de imaginar cómo es estar en el pellejo del otro. De ese otro a quien no entiendo, o a quien critico, a quien no puedo ver por ser de tal o cual manera. De ese otro, ese 'vosotros', que llenan todas las vidas, pues triste vida la de quien vive sólo una vida en clave de yo.
Porque sí:
Solemos hablar en cristiano de 'gratuidad' en las relaciones. ¿Es posible? ¿Es posible un servicio desinteresado, un amor que no espera nada a cambio, una vida en segunda persona? Hay quien dice que no, que si sirvo es para sentirme mejor (al final también por mí), que si amo es porque me llena (yo de nuevo), y que si defiendo alguna reivindicación, aunque no tenga nada que ver conmigo, es por que me encanta ser un quijote (finalmente, 'yo'). Eso es una visión demasiado cínica de la vida. Hay que creer en la generosidad en un mundo escéptico; en la alteridad, la apertura al otro, en un mundo egocéntrico; en la gratuidad en un mundo que a todo pone precio; y lo creemos porque nuestro horizonte último habla de dar la vida, y eso es lo que encontramos en Dios y vislumbramos en tantas entregas gratuitas: los padres, una persona capaz de sacrificarse por otra, soñar en un mundo donde cada persona tenga su dignidad garantizada.
Pastoral. SJ
Ciao.
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