Desde pequeños aprendemos a asociar felicidad con éxito. De alguna manera se nos transmite la idea de que una persona sólo puede ser feliz cuando es exitosa. Solamente puedes sentirte satisfecho y tranquilo cuando has alcanzado tus metas.
De esta manera iniciamos una paradoja que cada vez nos aleja más de la felicidad. “Seré feliz cuando apruebe la selectividad o como se llame ahora, cuando me cojan en la carrera, cuando encuentre un empleo, cuando me case, cuando me compre una casa…”
La lista de obligaciones e imposiciones sociales es interminable e inconscientemente hemos caído en la trampa de creer que quien no cumple no merece el bienestar.
Así nuestra anhelada felicidad se va posponiendo cada vez más en el tiempo, pues nunca llegamos a completar la lista. De este modo, recorremos el camino de la vida corriendo para llegar a la siguiente parada, pensando que entonces sí podremos sentirnos bien. Para, al llegar, descubrir que aún no hemos terminado, que aún no somos perfectamente exitosos y que, por tanto, aún no podemos ser felices.
Si deseas hallar la plenitud, desliga la felicidad del éxito. Mereces ser feliz, ya, aquí y ahora. No tienes que demostrar nada, no hay una lista de obligaciones que te hagan merecedor, lo eres desde que naciste. Créetelo.
Chema Montserrat
Ciao.

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