sábado, 1 de octubre de 2022

Cansadas de la perfección

Álvaro Zapata nos hace esta pregunta: ¿Y no creéis que tanta perfección de escaparate termina siendo una carga insufrible para quien, desde la imperfecta normalidad, tiene que mirarse en ese espejo imposible?

Vivimos un tiempo de cansancios, de sentirnos agotados con la cotidianeidad, de sentirnos sobrecargados ante las tareas diarias. El burn out, lo que en español llamaríamos “estar quemado”, se nos cuela en conversaciones y noticias. Quizás no es más intenso o frecuente que antes. Pero ahora lo reconocemos y le tenemos puesto un nombre.

Me sorprendió, aún así, una noticia reciente sobre el burn out parental. Madres que experimentan un agotamiento muy elevado al llegar el momento de emprender la crianza de los hijos. Y entre las razones que aparecen en el artículo que aborda el estudio, me parece muy relevante aquella que señala a los influencers que presentan una experiencia de maternidad azucarada que poco se parece a la que viven en sus propias carnes.

Las madres que hablan señalan la imagen idílica de la maternidad que han percibido en las redes, de parte de sus influencers favoritas, como causa de la frustración que sobrevino cuando en su experiencia de maternidad quedaba poco tiempo para fotos perfectas, directos maravillosos y ternuras retransmitidas. La falta de sueño, la incertidumbre de la inexperiencia y el cansancio generalizado no quedan igual de bien en redes. Pero es la realidad primera.

Y aquí está el punto que parece que estamos saltándonos y que nos produce ese agotamiento que ya nos parece casi sistémico. Las redes son una ventana a la realidad, pero no son la realidad. Es una obviedad que tenemos que repetirnos. De hecho, son una ventana sesgada, muchas veces edulcorada, o con un interés concreto. No son asépticas ni neutrales. Ni siquiera en las cosas cotidianas. Parece que nos vamos concienciando frente a las fake news del terreno político, económico, social… Pero nos queda camino para reconocer las fake news de la cotidianeidad. Las del día a día. Las que, sin intención, o con ella, nos muestran una rutina de felicidad, emociones y perfección, donde no tiene cabida el cansancio, las pocas ganas, la torpeza… Todo eso que vivimos en nuestro día a día y nos hace humanos.

Nos cansamos, quizás, de imitar una realidad que no existe. De intentar llegar a un estándar que no es real. Y aunque nada de esto es nuevo, y probablemente no sea la primera vez que lo leas, tenemos que reconocer que nos sigue funcionando. Seguimos buscando esa foto del atardecer perfecto, esas vacaciones de ensueño. Y nos defrauda encontrar turismo masificado, insectos que molestan y precios caros.

Las redes pueden ser maravillosas. Pero una vez más, recordemos sus limitaciones, recordemos que son solo una parte, de hecho, pequeña, de una realidad amplia, compleja, en muchas ocasiones difícil. Pongamos nuestro punto de referencia en otro sitio, no en la perfección fabricada. Nuestro cansancio no nos lo produce nuestra torpeza, lo poco idílico de nuestra familia o la rutina cansada de cada día, nos lo produce mirarnos en un espejo que oculta ese entramado que teje lo cotidiano y que nos hace olvidarnos que existe.

Álvaro Zapata, SJ

Ciao.

 

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