El hombre tiene un hermoso deber y obligación: Orar y amar.
Si oran y aman, habrán hallado la felicidad en este mundo.
La oración no es otra cosa que la unión con Dios.
Todo aquel que tiene el corazón puro y unido a Dios experimenta en sí mismo como una suavidad y dulzura
que lo embriaga, se siente como rodeado de una luz admirable.
En esta íntima unión, Dios y el alma son como dos trozos de cera fundidos en uno solo, que ya nadie puede separar.
Es algo muy hermoso esta unión de Dios con su pobre creatura; es una felicidad que supera nuestra comprensión.
De la catequesis de san Juan María Vianney, presbítero
Ciao.

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