¿Sería imaginable poner puertas al campo? Es inútil cuantificar aquello que parece infinito: ¡Cuántos hombres y mujeres de todas edades y etnias han vivido una vida llena de Dios! Ser santo no tiene que ver con la pureza personal, o con el cumplimiento o incumplimiento de normas religiosas. Hay un ritmo que late en todas las cosas del universo, una melodía del amor de Dios que se escucha en cada minucia de realidad. Ser santo es determinarse a vivir a tono con esta Melodía, tocando el propio instrumento que se nos ha dado, es abrir el corazón a Dios para que pueda crear belleza en el mundo desde las historias de mi propia vida diaria. Cuando hablamos de santos jesuitas, canonizados o no, nos referimos a personas cotidianas y concretas que, por encima de sus muchas o pocas cualidades, optaron por seguir a Jesucristo amando hasta el extremo, por el magis. Son aquellos que no disuenan en la orquesta, sino que logran armonizar en ella una nueva y hermosa voz melódica que inspira a tantos. Esta es la intercesión de los santos: Sus notas nos hacen vibrar de un modo especial hasta permitirnos conectar con la Música en mayúsculas.
Espiritualidad Ignaciana
Ciao.
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