Vivimos en un mundo que se ha propuesto dar la espalda al dolor. Evidentemente, nadie quiere sufrir ningún mal. No estamos aquí para padecer desgracias sin sentido. Sin embargo, hay una realidad que no podemos obviar, el dolor forma parte de nuestra vida. Sobre todo, podemos decir que quien ama ha de estar dispuesto a sufrir por y con la persona amada. Por ello, esconderse del sufrimiento nos aleja de la gente con la que vivimos y nos aparta de la realidad.
Pues bien, Jesús ha asumido todas las realidades del ser humano. En la cruz contemplamos cómo es capaz de hacer suyo todo el dolor de los hombres y las mujeres de todos los tiempos. Ha asumido todos nuestros padecimientos por amor. De esta manera, Jesús se ha hecho la persona más próxima a nosotros que nadie lo había hecho antes. Esto es lo que contemplamos cada vez que vemos un crucifijo. La cruz no es un instrumento de tortura sin sentido, sino que nos muestra hasta donde está dispuesto a llegar aquel que nos ama hasta el punto de hacer suyos todos nuestros sufrimientos.
Espiritualidad Ignaciana
Ciao.
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