En el mundo de la comunicación hoy hacen falta profetas. Siempre han sido necesarios. Pero hoy hay mucho griterío, mucha indignación impostada, y mucho falso profetismo. Recordando el destino de Juan Bautista, se me ocurre proponer este decálogo, que nace de la observación, de la experiencia, y de la esperanza. Aquí van diez deseos para quien quiera ser profeta en las redes:
1.- Respeta las palabras. No las traiciones, ni las utilices alegremente. Que cuando hables de justicia –o de injusticia–, lo sea. Que cuando hables de amor, sea Amor y no cualquier otra frivolidad. Que cuando hables de Iglesia, lo sea, y no solo tus juicios sumarísimos
2.- Respeta a las víctimas de nuestro mundo. Cuando todo es drama, nada lo es. Por tanto, no des altavoz a reivindicaciones estúpidas, porque estarás quitando a las verdaderas víctimas su voz, que a veces es lo único que tienen.
3.- Elige bien qué batallas merece la pena luchar. Muchas veces no es el momento, no merece la pena, no cabe verdadero anuncio, o no eres tú la persona indicada para determinadas cuestiones. El que quiere estar siempre pendiente y respondiendo al hashtag del momento será una veleta, pero no alguien con una causa con la que se comprometa (cito aquí a Bruckner cuando decía que «el compromiso con todas las causas es la mayor forma de descompromiso»).
4.-No confundas fe con ideología. El profeta sirve al Reino de Dios. No a las polémicas del día.
5.- Profetiza a cara descubierta. ¿Te imaginas a Elías, Isaías, Oseas o Jeremías llamándose Manolo el del Carro, Chapulín de la Esperanza, el vano enamorado o El chico de los Lamentos?
6.- Ya sabes cuál es la suerte de los profetas. Así que, en ocasiones tendrás que estar dispuesto a llevarte algunos palos. Si te persiguen, si te atacan, si te critican o te quieren cancelar, y es por anunciar el Reino de Dios, sabe que antes persiguieron a otros profetas.
7.- Sé crítico, no criticón.
8.- La raíz de la crítica no puede ser el odio a la realidad, sino el amor. Por eso a veces te dolerá ese mundo –y esa Iglesia– que tienes que denunciar.
9.- El profeta no es un portador de amarguras, eternamente enfadado. Critica lo que no funciona, pero no te olvides de buscar destellos de esperanza y proponer caminos y soluciones.
10.- El profeta habla en nombre de Dios. Y es un nombre que no ha de tomar en vano. Para tener algo que decir, te hará falta orar, informarte, reflexionar, mucha escucha y mucho silencio.
José María Rodríguez Olaizola, SJ
Ciao.
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