Existe una enfermedad que entorpece el silencio del espíritu, creernos los mejores, que somos los que tenemos mejor gusto, que hacemos las cosas mejor que los demás, un orgullo de caballo, este es el ruido que no nos deja sentir que todo es vanidad, si no es para gloria de Dios.
Nuestro espíritu necesita la verdad, y nosotros le damos mentiras. Así jamás viviremos un silencio que nos sacie. Toda persona necesita dominar sus apetencias, y con particularidad el juicio, el que juzga al hermano, no camina, se convierte en un muerto espiritual, solo un corazón humilde, sabe encontrar a Cristo en los prójimos sufrientes. Todos hemos sentido el dolor en lo profundo, cuando no podemos con un hermano, la insatisfacción y el vacío que deja no poder Amar. Y ante nuestra incapacidad, lo tenemos que justificar con la crítica a este. El que en lo cotidiano, (que es tu prójimo) encuentra a Cristo experimenta la Paz verdadera. El deseo de amar se tiene que convertir en un hábito, nunca en cosa esporádica, lo habitual en el cristiano es la caridad.
Ricardo Pareja Meseguer.
Ciao
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