“Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra.” (Carta a los Colosenses 3, 2)
Apenas habían nacido las primeras comunidades cristianas y ya surgían contrastes por falsas interpretaciones del mensaje evangélico. Pablo, que estaba en prisión, llegó a conocer estos problemas de Colosas y así le escribe a la comunidad.
La Palabra de Vida de este mes puede comprenderse mejor si se la lee en el contexto del pasaje en el que se encuentra: “Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra. Porque ustedes están muertos, y su vida está desde ahora oculta con Cristo en Dios”.
Para superar estos contrastes, Pablo invita a dirigir nuestro pensamiento y todo nuestro ser a Cristo, que ha resucitado. En efecto, en el bautismo nosotros también morimos y resucitamos en Cristo. Podemos vivir “en el ya y no todavía” esta nueva vida.
“Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra.”
Obviamente, esta posibilidad no se la alcanza de una vez para siempre, sino que es continuamente buscada en un camino exigente que dura toda la existencia. Significa apuntar nuestra vida hacia lo alto. En efecto, Cristo ha traído a la tierra la vida del cielo y su Pascua es el comienzo de la nueva creación, de una humanidad nueva. Sería esta la lógica consecuencia de quien elige vivir el Evangelio: Una elección que cambia totalmente nuestra mentalidad, altera el orden, las finalidades que el mundo nos propone, nos libera de los condicionamientos y nos permite experimentar un cambio radical. En el fondo, Pablo no devalúa las “cosas de la tierra” porque, desde que el cielo ha tocado la tierra con la encarnación del Hijo de Dios, todo ha sido renovado.
“Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra.”
“¿Qué son las cosas celestiales?”, escribe Chira Lubich. “Esos valores que Jesús ha traído a la tierra y por los cuales se distinguen sus seguidores. Son el amor, la concordia, la paz, el perdón, la corrección, la pureza, la honestidad, la justicia, etc. Son todas esas virtudes y riquezas que ofrece el Evangelio. Con ellas y por ellas los cristianos se mantienen en su realidad de resucitados con Cristo. Y ¿Cómo hacer para que el corazón esté anclado en el cielo, viviendo en medio del mundo? Dejándonos guiar por los pensamientos y los sentimientos de Jesús, cuya mirada interior está siempre dirigida al Padre y cuya vida reflejaba en cada instante la ley del cielo, que es ley de amor”.
“Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra.”
La presencia de los cristianos en el mundo se abre con decisión a la vida nueva de la Pascua. Son mujeres y hombres nuevos que no pertenecen al mundo, pero que viven en el mundo con todas las dificultades presentes. Así se decía de los primeros cristianos: “Habitan la tierra, pero su ciudadanía está en el cielo. Como el alma en el cuerpo, así están en el mundo los cristianos”. La opción valiente y evangélica de un operario que decide ayudar a su colega apenas licenciado, provoca en cadena una cascada de gestos de fraternidad originados por su testimonio. “En la fábrica se repartieron cartas de despido, una de las cuales estaba dirigida a Jorge. Al conocer sus precarias condiciones económicas lo invité a ir conmigo a la oficina de personal. Declaré que yo estaba mejor que él, que mi mujer tiene un empleo. ‘Échenme mejor a mí’, les dije. Cuando salimos, Jorge me abrazó conmovido. Naturalmente, lo ocurrido pasó de boca en boca y otros dos operarios, en situaciones similares a la mía, se ofrecieron en lugar de otros dos licenciados. La dirección se vio obligada a volver sobre sus pasos con respecto a los métodos de licenciamiento. Tras conocer los hechos, el párroco contó esta anécdota durante la homilía del domingo, sin identificar a las personas. El día después me informó que dos chicas estudiantes le habían llevado todos sus ahorros para ayudar a los obreros en dificultad, porque querían imitar al gesto de ese operario” (B. S., Brasil).
Patrizia Mazzola y equipo de Palabra de Vida
Ciao.
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