viernes, 30 de junio de 2023

Gracias a la vida, que me ha dado tanto

El pensamiento neoliberal y del consumo nos está convirtiendo en una sociedad del trueque, de dar para recibir, de compra y venta hasta de los sentimientos. Incluso los regalos, muchas veces fomentados por la publicidad, ocultan en ocasiones una espera de recompensa. Vivimos en un mundo en que lo gratuito es infrecuente. Y sin embargo desde que nacemos estamos recibiendo un derroche de mínimos y grandes obsequios, desde la vida misma y el aire que respiramos hasta sonrisas y atenciones innumerables de las que apenas nos damos cuenta: arrullos en nuestra cuna, enseñanzas de nuestros maestros, besos, caricias, curas, alimentos y sobre todo el regalo sinfín de la naturaleza o la ayuda en los momentos de dolor y superación.

 De tal manera que, al poner el pie en el suelo, al despertarnos cada día todos deberíamos dar gracias a la vida, que es una manera de tomar conciencia de ser un don para mí mismo y los demás. Pero lo más frecuente es que en ese momento de despertar venga nuestro “Paco con la rebaja” y nos pasemos la película de nuestros problemas y desdichas, lo que generalmente desemboca en un runruneo mental con que nos castigamos y autoinfligimos.

 Dar gracias crea buena sangre. Pero ¿Se puede dar gracias cuando nuestro subconsciente está viciado por el telediario de anoche y nuestro consciente obsesionado por la urgencia de correr para ganar dinero, los problemas familiares, las situaciones penosas del trabajo? Nadie va a minimizar las dificultades que nos plantea un mundo agresivo e injusto como el nuestro. Pero al fin y al cabo somos dueños de nuestro interior y responsables de las palizas que nos propinamos o de la felicidad que podemos crear dentro y fuera de nuestro ser. Me quedo con aquella frase de Daniel Defoe: “Todo nuestro descontento por aquello de lo que carecemos procede de nuestra falta de gratitud por lo que tenemos”. Y otra de un pensador más antiguo, Esopo: “La gratitud convierte lo que tenemos en suficiente. Es la señal de las almas nobles”.

 En general está comprobado que casi todos nuestros sufrimientos proceden de una falta de aceptación de lo que somos. Pues bien, dar gracias es un paso más en nuestro proceso de curación interior: no solo aceptamos en paz lo que tenemos y nos da la vida, sino que al dar gracias por los dones recibidos cada día nos liberamos de la amargura interior.

Y es que la gratitud ha de nacer de lo pequeño. En eso era una maestra Gloria Fuertes. 

He aquí su poema “A mi amigo el sol”.

Sol astro amigo,

Rey de los astros,

sé que sin ti

nada nace en el campo.

Sol astro amigo,

yo te bendigo,

vente conmigo,

¡Ya somos dos!

Sol astro amigo,

me das mi sombra

y juega conmigo,

¡Ya somos tres!

Como un perrito me sigue

mi sombra asombrada.

Corro y la sombra corre,

me paro y se para,

río y se ríe,

salto y salta.

Tengo buena sombra

Sol

gracias a tu gracia.

Pedro Miguel Lamet

Ciao.

 

No hay comentarios: