En una sociedad en la que muchos viven obsesionados con definir su propia identidad en base a ideologías, podemos perder la noción de cuál constituye nuestra identidad verdadera. Para ello, quizás nos ayude mirar a Dios y redescubrir lo que Él manifiesta acerca de su propia identidad.
Dios nos revela múltiples aspectos de su ser, como que es “Creador del Universo”, o “Salvador de la Humanidad” pero, ¿Es esa su identidad más profunda? Seguramente no, pues antes de que fuésemos creados y antes de que el pecado hiciese necesario un salvador, ya era Dios en su plenitud. Así pues, antes del origen del universo, antes de la creación de los Ángeles ¿Quién era Dios?
Desde el principio, Dios es Amor. No solo puede amar, sino que ES amor en su esencia. Esto implica que en su identidad existen tres personas: El amante, el amado y el amor compartido. La identidad más profunda de Dios es que Él es Amor, porque desde toda la eternidad e independientemente de nuestra existencia existe como una Familia Trinitaria de Amor.
Pero Dios, siendo amor en sí mismo, no lo guarda para sí, desea compartir ese amor perfecto con la Humanidad. Una manifestación del amor divino es la creación de hombre y mujer a su imagen, dando a la pareja humana la capacidad de compartir su amor y dar origen a una tercera persona, materializando así el amor invisible de Dios.
Al igual que Dios, nuestra identidad más profunda es definida por nuestras relaciones personales, empezando por la relación más intensa y profunda, la que tenemos con Dios: Somos hijos de Dios, hermanos de Cristo y templos del Espíritu Santo. Esta relación define quiénes somos. Y así como Dios comparte su amor con nosotros, estamos llamados a compartir el Amor Divino con los demás.
Rosalía Pino
Ciao.
No hay comentarios:
Publicar un comentario