Somos seres sociales, absolutamente necesitados de los otros…
Nadie puede dudar de la obvia necesidad e importancia del encuentro genuino entre las personas.
De nuestros vínculos con otros dependen nuestro aprendizaje, nuestro crecimiento, el placer de dar y la satisfacción de compartir lo que tenemos.
Es obvio también que sin apertura hacia los demás no puede haber encuentro, es decir, no puede construirse ni revelarse ese "nosotros" imprescindible para trascender las estructuras de nuestro propio y, en principio, más que limitado ego. Por eso, ser capaz de desarrollar la habilidad y confianza para abrir nuestro corazón a los demás es condición para edificar una vida sana tanto personal como socialmente.
Ciertamente, si no nos animamos a abrimos a algún maravilloso "nosotros" aunque sea pequeño y efímero, nos sentiremos presos, nos sentiremos inseguros, nos sentiremos mendigos, aunque nuestra casa, nuestra cuenta bancaria y nuestro garaje estén llenos de infinitos bienes materiales.
Todo esto que digo es verdad, y en gran medida lo sabemos y, sin embargo, en nuestro interior seguimos percibiendo a menudo ansiedad e inquietud frente a la posibilidad de un encuentro nuevo, con gente que no conocemos demasiado.
Seguramente este miedo, por llamarlo sin eufemismos, está condicionado por la posibilidad de tener que enfrentamos al más temido de todos nuestros fantasmas internos: El fantasma del rechazo y del abandono, el único que nos asusta todavía más que el temido monstruo de la soledad. Pero sería bueno saber que, en un alto porcentaje, el miedo a abrir nuestro corazón está íntimamente ligado a un temor que camina justamente por la acera opuesta.
Y que conste que estoy dejando fuera de la lista a la actitud de huida; la de aquellos que solo piensan en escapar cuando se trata de asumir la responsabilidad y el compromiso que significa acercarse al otro...Lo cierto es que por miedo o por condicionamiento, las estadísticas nos confirman que tenemos una creciente dificultad para abrir nuestro corazón al contacto profundo y genuino; tanto con conocidos como con desconocidos.
Y estas cosas suceden, como dije, por nuestra falta de un verdadero compromiso con el amor.
Lanzo hoy una invitación a abrirnos a la presencia del otro. Que nos abramos a descubrir lo que nos trae. Bueno, regular, malo, cada encuentro con otro me nutre, me ayuda, me enseña, si yo abro la puerta a su presencia.
Chema Montserrat
Ciao.
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