Guardé en una caja todos los segundos en que alguien me hizo feliz. Tuve que meter también todos los segundos que estuve triste, aunque me costara un poco hacerles hueco.
Busqué todas las sonrisas que me provocaron desde mi uso de conciencia y ahí las guardé. Les hicieron compañía, sin querer, todas las lágrimas que derramé por personas que no me esperaba que me fallasen.
Me puse a pensar en todos los aciertos que había cometido y, una vez encontrados y asignados a los dedos de una mano, los metí en la caja. Luego ya solo quedó pensar durante días en las esperanzas que fueron error. Curioso que acabara metiendo alguna sonrisa y lágrima más en la caja...
Eso sí, me guardé un error en el bolsillo por si me daba por repetirlo y colgarle la etiqueta de acierto.
La cerré y la llamé corazón.
Chema Montserrat
Ciao.
No hay comentarios:
Publicar un comentario