miércoles, 16 de agosto de 2023

Sed como niños

El amor, o es incondicional, o no es. En ese proceso que los adultos llamamos madurar empezamos a medirlo todo, a valorar pros y contras, a calcular, catalogar, encasillar, prejuzgar… De tal manera que la vara de medir que suele imponerse es la del beneficio propio. Se nos va secando el corazón que otrora palpitaba con fuerza, se impone el escepticismo, el estar de vuelta de todo, el ver venir las cosas. Por suerte, hay todavía reductos donde nos damos la oportunidad de soltar el lastre con el que vamos cargándonos la espalda, como por ejemplo el de la familia gracias al influjo de esos pequeños entre los pequeños que son los hijos.

En esas ando yo, con mi niña de dos años, a la que creo enseñar cosas cada día hasta que, en ciertos momentos de lucidez, me pregunto si no será al revés. Como cada vez que llego a casa del trabajo arrastrando los pies y me recibe con una alegría tan auténtica que me cuesta creer que tal cosa sea posible al verme a mí, su vulgar padre (curiosamente, esta actitud suele contrastar con la de mi mujer que, con mirada displicente, basta que cruce el quicio de la puerta de casa para que me suelte una retahíla de quehaceres).

También me sucede con la atención que pone a cada pequeño detalle, juego o historia que yo pueda contarle; o con la facilidad que olvida sus enfados, sin conocer el rencor; o con cómo puede buscar el abrazo o el afecto de alguien guapo o feo, joven o mayor, bien parecido o gualdrapa, sin importar su apariencia; o al ver cómo se relaciona con otros niños, de cualquier nacionalidad o estrato social, sin atisbo de prejuicio; y cómo hace las cosas sin una finalidad aparente, y asume las pequeñas cosas del día con total gratuidad. En resumen, a cómo ama incondicionalmente, que es la única manera en la que se puede amar propiamente dicha.

«Sed como niños», nos dijo Jesús. ¿Con cuál de los dos enfoques anteriores estaremos más cerca de lo que él demanda de nosotros? ¿con cuál en mejor disposición para encontrarle?

Eduardo Latorre

Ciao.

 

No hay comentarios: