¡AY DE MÍ, MI SEÑOR!
Si descubriéndote pensara que, con tenerte, ya es suficiente.
Si, amándote como yo te amo, guardase todo ese caudal de vida y de amor en el cofre de mis propios intereses en el silencio de mi cómoda cobardía.
¡AY DE MI, MI SEÑOR!
Si, sintiéndome tocado por tu mano las mías se cerrasen a los que, sin saber que existes, están llamados a ser más felices porque desconocen que, Tú Señor, los amas antes de conocerte.
¡AY DE MI, MI SEÑOR!
Si el fuego que arde en mis entrañas lo dejo apagar con el agua de mi tibieza si no lo enciendo con el ardor de mi entusiasmo si permito que, el viento de la pereza, lo reduzca a simples cenizas o vagos recuerdos.
¡AY DE MI, MI SEÑOR!
Si habiendo dado contigo me acobardo por la dureza del mundo y finjo no conocerte, amarte ni seguirte.
Si habiéndote escuchado tus palabras quedaron en el olvido, ineficaces sin ser brújula de las grandes horas de mi vida.
¡AY DE MI, MI SEÑOR!
Si me siento seguro de mi mismo si, lejos de caminar contigo, prefiero caminos y atajos que llevan al precipicio.
Si creyéndome libre, soy esclavo del mundo.
Si pensado ser feliz, en el fondo soy desdichado.
¡AY DE MI, MI SEÑOR, SI NO HABLASE DE TI!
Cuánto perdería el mundo, por no conocerte. Y cuánto perdería yo….Por no demostrarte con palabras y obras que es mi deber, antes de cerrar los ojos al mundo, llevarte como la mejor noticia a este mundo que grita no saber quién eres.
Amén.
Javier Leoz Ventura
Ciao.
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