viernes, 10 de mayo de 2024

Armonía

Armonía...

Cuando miramos, solemos parcelar, dividir, seleccionar con la mirada:  El mar, una barca, una gaviota… Y así desmembramos el universo: hombres, mujeres, niños, animales. De ahí nacieron las diferencias, las razas, las posesiones, las competencias, el poder, la guerra…

Rara vez miramos el paisaje, nuestro entorno, como un todo, una armonía.

Cuando lo hacemos, abarcamos la sinfonía total, lo que hay detrás de nuestro paisaje, el alma oculta de las cosas, más allá de la apariencia, el elán vital que subyace al mundo. 

Ahí no entra el pensamiento utilitario (“me gustaría comprar una barca, una casa en la ribera, ¡Qué pena que fulanito/a no esté aquí conmigo”, “mañana tengo que coger el tren”, etc.), sino el fruto de la mirada directa, lo que permanece más allá del fluir del tiempo, tu patria. Es la contemplación sintética, no analítica, de la realidad, propia del poeta, del pintor, del músico y sobre todo del místico.

Te conecta con el instante eterno que aletea tras las formas, los colores, las continuas transformaciones que vemos en el mundo que nos rodea, que pasa y muere. Y en ese vibrar del todo contemplas la armonía, la paz, el misterio al que perteneces. No hay barca, ni mar, ni gaviota, sino todo a la vez, una pertenencia, una Presencia sin límites. Y aunque sea solo un momento, esa plenitud te libera del pensamiento parcelador, propietario, cerebral, turbador, mortal, perecedero. 

Respiras y, sin nombrarlo, conectas con lo sublime, vislumbras de dónde vienes, a donde vas y sobre todo lo que aquí y ahora ya eres; te sientes eterno, parte del Infinito.

Pedro Miguel Lamet

Ciao.

 

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