jueves, 6 de junio de 2024

La economía de las caricias


La economía de las caricias, según Claude Steiner, es el modo cómo negociamos nuestras caricias con otros, el modo de ofrecerlas y recibirlas, de conseguir armonizar el esfuerzo con el logro, lo que buscamos con lo que conseguimos en el reconocimiento afectivo con los que más queremos. 

No hay que explicar lo que es obvio: Necesitamos caricias, no sólo retenidos gestos de amor corporal, también palabras atentas, miradas comprensivas, íntimos trazos de amor sobre nuestra geografía corporal y vital. Y las necesitamos como signo de reconocimiento, como signo de aceptación de lo que somos, por encima de lo que hacemos e incluso de lo que representamos en el día a día.

Lo más curioso es que entre nosotros, de cuando en cuando, aparecen roces, incomprensiones, es decir: caricias negativas. Preferimos ofender al otro a ser irrelevantes, a no existir. Por eso hablamos de las caricias negativas: Son disfunciones que se generan de manera inconsciente cuando no conseguimos las caricias positivas que precisamos. Provoco una caricia negativa para llamar tu atención, actúo de forma agresiva para que me hagas caso, para que me quieras… 

En las relaciones amorosas se crea a veces la necesidad de provocar al otro, bien por los miedos inconscientes, bien por la demanda de afecto. En realidad, son comportamientos que sólo pretenden reconocimiento, por eso las podríamos llamar el revés de una caricia, es decir: Caricias negativas, las pedimos porque creemos no poder conseguir las positivas.

La economía de las caricias es un aprendizaje para llegar a estar más gratificados a la hora de relacionarnos con los demás. Y es un aprendizaje que necesitamos practicar más, y quizá mucho, muchísimo más. 

Practicarla para aprender a vivir caricias positivas, para responder con más cuidado, delicadeza, cariño y ternura. En las relaciones de intimidad no sirve de nada la presión emocional, el acoso moral, los enojos… Si te caes, yo estaré contigo, si fallas no es a mí a quien fallas, yo estaré a tu lado para levantarte. Esto son caricias positivas, tiernas palabras de complicidad y reconocimiento.

Se trata de cuidarnos más, se trata de respetarnos más, de buscar la proximidad para estar bien los dos; se trata de dar alas, de cooperar en lugar de competir. Ser mejor es aceptar que somos únicos, distintos, originales: en eso consiste dotarnos de excelencia. ¡Somos fuertes cuando no competimos, cuando no hay vanidad, ni egos irritados, ni ofensas del uno al otro o a la otra! Sólo entonces podremos superar la incertidumbre, las crisis, y estaremos equipados para lograrlo juntos.

Sólo nos podemos comprometer afectiva y realmente con alguien si confiamos en los otros, y en ese compromiso de lealtad nace la calidad de cercanía, la resistencia intima, porque se alimenta de la confianza, que siempre debe ser total. Confiamos o no confiamos, ése es el dilema. La lógica del amor y la cooperación nace de la lógica de la confianza.

Josep Mª Esquirol no ha recordado que nuestro existir es un permanecer en la proximidad, cuidando más que dominando. Acompañar y cuidar son expresiones de la proximidad, y ésta, a su vez, resulta ser el carácter más distintivo del mundo de lo cotidiano.

Precisamente es en lo cotidiano donde nos estamos jugando el futuro, porque la promesa se teje siempre en el presente, aunque se proyecte para el futuro. Es en lo cotidiano donde tenemos que darnos, a manos llenas, el afecto expresado de mil modos y recibido sin temor y sin ansiedades.

Chema Montserrat

Ciao.

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