lunes, 27 de enero de 2025

Cuando la complacencia gana terreno (erróneamente)

La pérdida de valores en la sociedad se hace evidente en detalles antes impensables. Hace poco llamé a un restaurante de toda la vida para reservar una cena, y cuál fue mi sorpresa cuando me dijeron que, desde hacía meses, sólo servían comidas porque no había personal dispuesto a trabajar por las noches. Igual de estupefacta me quedé cuando mi marido me contó que en entrevistas de trabajo se topó con jóvenes que demandaban beneficios como gimnasio o suscripciones a plataformas de entretenimiento.

¿No reflejan estos ejemplos un cambio en la ética de trabajo y en los valores que sustentan nuestra sociedad? Antes, trabajar en horarios complicados o en días de mayor actividad se veía como una oportunidad para sacar la mejor versión de uno mismo, crecer y ganarse la vida. El compromiso con el esfuerzo y el sacrificio eran valores clave, necesarios para alcanzar metas tan necesarias como agradecidas. Hoy, en cambio, el confort personal y el tiempo libre parecen priorizarse sobre la dedicación y la entrega al trabajo. La falta de disposición para aceptar ciertos horarios o la expectativa de recibir beneficios extra desvía la atención de la satisfacción que trae el esfuerzo constante y el trabajo bien hecho.

Vivimos en una cultura cada vez más complaciente con uno mismo, en la que se van debilitando los pilares de la sociedad misma, donde el trabajo y el sacrificio han sido tradicionalmente motores de crecimiento y realización personal.

El llamamiento es categórico: Si no recuperamos el valor del esfuerzo y la responsabilidad, nuestros jóvenes caminarán por un sendero de complacencia, con un futuro vacío y sin propósito, lejos de aquellas épocas en las que el esfuerzo y la dedicación marcaban la diferencia.

Olalla Caridad García

Ciao.

 

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