Todos tenemos dones. Algunos son talentos muy llamativos, fuera de lo común, influyentes quizás en las redes y que despiertan admiración en los que los contemplan. Otros, en cambio, son más discretos pero no por ello menos importantes. Son en realidad los que sostienen la belleza de lo cotidiano, lo que en realidad importa, lo que llena los corazones.
Todos tenemos dones, algunos llamativos y otros discretos: ninguno prescindible. Pero la clave no está en qué talentos son, sino en qué vamos a invertirlos para hacer un mundo mejor, para construir el Reino de Dios. Lo que no se da, se pierde.
Ciao.
No hay comentarios:
Publicar un comentario