Hay días en los que el corazón pesa, en los que la tristeza parece instalarse en lo más profundo y el cansancio no es solo físico, sino del alma, días en los que sientes que ya no puedes más, que todo esfuerzo parece inútil y que tirar la toalla suena más fácil que seguir.
¿Qué hacer entonces? ¿A dónde acudir cuando todo dentro grita que no puedes más?
No te quedes solo con tu dolor, corre a los brazos de Dios, ve a ese lugar donde solo Él y tú pueden hablar, donde tu alma se desnuda sin miedo, donde no hay máscaras ni apariencias, solo un corazón que busca consuelo.
Búscalo en la oración. Santa Teresita del Niño Jesús decía: “Para mí, la oración es un impulso del corazón, una simple mirada lanzada al cielo, un grito de gratitud y amor en medio de la prueba o en la alegría.” Si te faltan palabras, que tu corazón hable en silencio, Dios escucha incluso el suspiro más callado.
Encuéntralo en la Eucaristía, ahí está la fuerza que necesitas, el alimento del alma. San Juan Pablo II decía: “La Eucaristía es el secreto de mi jornada. Es ella quien me da la fuerza para seguir adelante.”
Discierne con paz, no todas las respuestas llegan de inmediato, hay cosas que solo le competen saber a Dios y que se revelan en su tiempo, no en el nuestro, San Ignacio de Loyola nos enseña: “En tiempos de desolación, nunca hacer mudanza.” No tomes decisiones apresuradas cuando el alma está inquieta, descansa en Dios, Él te mostrará el camino.
Rodéate de quienes te levantan, no camines solo, Dios nos regala amigos en la fe, compañeros de camino que nos ayudan a seguir cuando sentimos que no podemos más. “Los santos son nuestros mejores amigos”, porque nos inspiran, interceden por nosotros y nos muestran que la fidelidad a Dios siempre vale la pena.
Y sobre todo, no te rindas. San Agustín nos recuerda: “Dios proveerá el camino a quien quiera seguirlo.” Aunque hoy no veas claro, aunque el cansancio te abrume, Dios sigue contigo.
Descansa, confía y deja que Dios haga su obra en ti.
Mirza Deras
Ciao.
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