Te asomas, despertándome de mi letargo cristiano y me pones en guardia frente a tantas cosas que debilitan y distorsionan mi amistad contigo.
Cuando más ten necesito, Señor, eres cayado en el que me apoyo para sujetarme nunca caer y siempre levantarme.
Cuando, veo que mi nombre se pierde el abismo, suena tu voz clara y nítida: ¡AMIGO!
Y, compruebo una y otra vez, que eres Pastor que guarda mis pensamientos en el día y hasta vela mis sueños entrada la noche.
Sí; Jesús.
Siempre surges en el momento oportuno.
Conoces mi vida como nadie y, a pesar de estar tan llena de briznas, la pones sobre tus hombros para, una y otra vez, redimirla de sus pecados y dolencias.
Y es que, Tú, Señor, como Pastor diligente, oportuno y puntual te haces el encontradizo cuando más te necesito.
Si, debilitado por mis esfuerzos, pienso en el abandono me elevas sobre tus hombros me cubres con tus brazos y me rodeas con tus Palabras de liberación.
Si, paralizado por mis errores, miro al fracaso susurras palabras de consuelo a mis oídos: ¡Yo estaré contigo todos los días!
Y es que, Tú, Señor, como Pastor que conoces mis atajos y mis dudas te presentas cuando más te necesito.
Si, confundido por mil ideas, temo desertar me confirmas en la fe verdadera: ¡YO SOY!
Si, añorando poder y riquezas, dirijo mis ojos hacia el escaparate del mundo me llevas ante el tesoro de tu amor.
Y es que, Tú, Señor, como Pastor, no quieres que –aún siendo débil oveja- me pierda y me vaya lejos de tu rebaño.
Por eso y por tantas cosas, Señor, te doy gracias bendigo tu nombre avanzo en tus sendas proclamo tu Palabra y, hoy como ayer, te digo: ¡TÚ ERES EL BUEN PASTOR! Apareces siempre cuando más te necesito.
Amén.
Javier Leoz Ventura
Ciao.
No hay comentarios:
Publicar un comentario