Un día decidimos subir a tu barca, confiarte el timón.
Desde entonces navegamos por la vida y escuchamos sonidos diversos, el ruido del trueno que anuncia la tormenta, los cantos de sirena que prometen paraísos imposibles, el bramido de un mar poderoso que nos recuerda nuestra fragilidad, las conversaciones al atardecer con distintos compañeros de viaje, los nombres de lugares que aún no hemos visitado, y los de aquellos sitios a los que no volveremos.
A veces nos sentimos tentados de abandonar el barco, de cambiar de ruta, de refugiarnos en la seguridad de la tierra firme. Pero, Señor, ¿A quién iremos… Si solo tú puedes ayudarnos a poner proa hacia la tierra del amor y la justicia?
José María Rodríguez Olaizola, SJ
Ciao.
No hay comentarios:
Publicar un comentario