lunes, 19 de noviembre de 2007

El flautista


UNA HISTORIA SOBRE LA CEGUERA Y LA SORDERA ESPIRITUAL DEL SER HUMANO


Un día apareció en un pueblo un hombre que tocaba la flauta de una manera prodigiosa. Todo el que le escuchaba estaba encantado de poder disfrutar de sus bonitas melodías.
La gente se agolpaba en la plaza del pueblo para poder deleitarse con su música, y se concentraban en la plaza con una gran alegría.
Un día un joven que conocía a un anciano del pueblo que era sordo y que pedía limosna en las afueras del pueblo, se quedó sorprendido, cuando día a día el anciano acudía a la plaza a "escuchar" al flautista.
No pudiendo aguantar las ganas de preguntarle, y sabiendo que no podía escucharle le escribió en una tablilla algunas preguntas:
"¿Qué vienes a hacer a esta plaza, si tu no puedes escuchar? ¿Qué te extasía tanto si tu no puedes apreciar lo que él toca?"

El mendigo, con dificultad al hablar contestó:
- Mira el centro de la plaza y alza la vista ¿Qué estás viendo?
- Una Cruz, respondió el jóven.

A lo que el mendigo le dijo:
- Es la Cruz de Cristo que se alza sobre la cúpula de la vieja Iglesia. No me extasía no escuchar la música del flautista, sino soñar que algún día, la música de la verdad crucificada, fascine y cautive a los hombres. Cuando se reúnan en la plaza, sueño que venzan su sordera espiritual y su ceguera, y que la música del mundo no los encante como a serpientes y sean capaces de dejarse conquistar con la música del cielo.
Sordo no es el que no escucha los sonidos, sino el que no es capaz de escuchar y soportar la música del amor y la verdad. Vosotros oís, pues los que oyen utilizan el tímpano, y sin embargo, yo escucho, porque los que escuchamos utilizamos el corazón.

Ciao.

1 comentario:

Anónimo dijo...

bella historia, ciertamente. escuchar con el corazón, sin limites ni preconceptos. cuánta falta hace esto para poder aportar a un mundo mejor!
un gran saludo.
h.