jueves, 8 de mayo de 2008

Aprendamos a mirar


A menudo pasamos por el mundo viendo, pero no mirando.
Como creyentes tenemos un reto: descifrar los indicios de Dios en el mundo, ver en lo profundo. Leer en rostros anónimos la palabra: semejantes, hermanos... Ver en el espacio que nos rodea la huella de Dios que los ha creado. Os propongo que nos esforcemos por mirar con ojos profundos, y entonces hablemos a Dios.

Seguramente estos días, como tantos otros, leeremos algún periódico, o veremos en TV el telediario. Oiremos cómo se suceden noticias que hablan de vidas anónimas, pero reales: un terremoto allá, una guerra, amenazas nucleares, guerras civiles interminables, la aglomeración de gente que duda de un sistema injusto... mientras los más poderosos se reúnen en alguna ciudad del planeta...
Una nueva epidemia, la violencia desatada en tantos rincones, cualquier gesto de discriminación por motivo de raza, edad, ideología, orientación sexual, nacionalidad... Cuando escuchemos todo esto, pensamos:

¿Dónde estás tú, Dios? Y ante las tragedias, pensemos, que Dios no es el Dios indiferente que se queda impasible, sino que Dios tan conmovido como nosotros, se entristece, y que si a nosotros el dolor nos inquieta, a Él también le duele.

Y entonces debemos pedir perdón a Dios... Perdón por lo que hay en el mundo que lo rompe, lo viola, lo estremece... Perdón por tantas historias rotas.
Ya sé que de muchas de las desgracias que pasan no somos culpables, pero... aún así, debemos decir a Dios: Lo siento. Lo siento de veras.

Debemos tratar de ver en el otro extremo, las señales de esperanza. Una voz a favor de la paz, una nueva vida que nace, un descubrimiento médico... En nuestra ciudad, percibir la vida. Tal vez sea un árbol que nace y crece en nuestra calle, o un parque cercano. Tal vez animales anónimos en medio de bloques de edificios. Y, sin duda, gente, mucha gente, con preocupaciones, con dudas, con miedos, con ilusiones, con historias mínimas que nunca ven la luz...
Cuando vayamos por la calle, prestemos atención a las caras que se cruzan con nosotros. Imaginemos las historias que esconden. Intentemos entender que hay una fuerza que nos une a todos, unos con otros.

Y entonces demos gracias a Dios por tantas vidas. Por ser parte de un mar de vidas, que a veces es tormentoso y otras pacífico, pero siempre increíblemente bonito. Demos gracias a Dios por las luchas y esperanzas, logros y batallas que contribuyen a recuperar su maravillosa Creación.

Ciao.

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