miércoles, 7 de mayo de 2008

Las dudas del hombre



¿Quién no ha dudado alguna vez?
¿Quién no siente, en algún momento de silencio, de quietud, de búsqueda, un cierto desazón, en la que se mezcla el deseo de saber y la impotencia de no encontrar la respuesta adecuada?
¿Porqué a Dios lo presentimos, pero no lo podemos tocar? ¿Porqué lo conocemos, pero también ignoramos casi todo de Él?

Así vivimos nuestra fe. Entre la certeza más insensata y la duda que a ratos nos inquieta. Entre la seguridad de las promesas y las palabras, y las preguntas sin respuesta que a veces nos asaltan. Entre la entrega más convencida y las vacilaciones que nos impiden arriesgar, saltar al vacío o decir que sí.

¿Forma esa tensión parte de la fe? Supongo que sí.
Hay quien dice que creer es un refugio o una evasión. Yo diría que la evasión es negarse a buscar, conformarse con un horizonte corto o quedarse con certezas materiales.
La fe nos trae tormentas, y sueños, y encuentros… y así está bien.

Vivo siempre creyendo y dudando al tiempo. Cuando encuentro respuesta para unas cuestiones surgen otras…
En mi relación con Dios me voy preguntando por tantas cosas: ¿Dónde está? ¿Habla Él con nosotros?... Y cuando rezamos, ¿Está escuchándonos? ¿Tiene Él algún proyecto para nosotros? ¿Por qué permite las penas y el dolor? De todo lo que le decimos, ¿Cuánto se aproxima a la realidad?

Cuando unas preguntas dejan nuestra mente, aparecen otras y empezamos a comprender en qué consiste la oración y entonces nos inquieta la cuestión del perdón. Empezamos a entender la libertad humana, y nos asaltan dudas sobre cómo entender, que cada uno tenemos una “vocación”.

Y así, dudando, buscando, preguntando, y sin saber muy bien cómo, cada vez, hacemos más parte de nuestra vida a Dios.


Ciao.



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