
A pesar de ser malas las obras de los hombres, la misericordia de Dios no abandonó a los humanos.
Y Dios envió a su Hijo para que nos rescatara, no con oro o plata, sino con su propia sangre,
la sangre preciosa de aquel Cordero sin mancha.
Tal ha sido pues, la gracia que hemos recibido.
Vivamos, por tanto, dignamente, ayudados por la gracia que hemos recibido y no despreciemos la grandeza del don que nos ha sido dado.
Ciao.
1 comentario:
Yo no lo desprecio,pero otras personas lo ignoran,lo desprecian su real historia,pero yo y como tú y como los demás compañeros de blog tenemos fe.
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