Cuando surge una seria dificultad, nuestro primer impulso es acudir al Señor y decirle: ¡Señor, ayúdame!
Normalmente lo primero que hacemos es correr a todas partes en busca de ayuda y dejar al Señor a un lado. Nos cuesta confiar en Él. Pero podemos confiar en Dios cuando el cielo está sereno o cuando ruge la tempestad.
Cuando uno confía en Dios, no se desespera; ora y espera en silencio hasta que Él nos muestre lo que debemos o no hacer.
Dios conoce perfectamente nuestro corazón, y todo lo que ocurre en nuestro interior a cada instante.
¡Que Dios nos ayude a confiar en Él para todo y en todo tiempo!
Ante cualquier prueba o situación difícil, acudamos inmediatamente a nuestro buen Dios y Padre. Él nos ama y desea ayudarnos. Levantemos los ojos hacia nuestro Dios, porque de Él viene el socorro.
Ciao.
3 comentarios:
Recuerdo que la Madre Marujina decía, a Dios no se le puede pasar por la cabeza, y ese es el problema, que muchas veces no confiamos en su poder, porque lo pasamos por nuestra mente de pobre persona pecadora, así que, hay que aprender a creer pero sin meter el dedo en la llaga. Espero algún dia conseguirlo.
Apreciada Lourdes. Gracias por tus palabras y tus pálpitos de esperanza en este blog. Felicidades. No sabia como mandarte esta entrevista que hice y está en la revista de JUventudes Marianas Vicencianas. Te la dejo aquí, aunque la retires porque no es sitio. Un abrazo fuerte y recuerdos a los tuyos de quienes te recuerdan con cariño. Alfredo Ybarra
Esta la entrevista en esta dirección con las fotos y todo
http://www.jmve.org/familia/0708/famvin1.html
FAMILIA VICENCIANA
Portada
“¿Qué piden los pobres de nosotros?”
Entrevista al Padre General de los Padres Paules, Gregory Gay, C.M.
Antes de dar paso a unas líneas fruto de un encuentro entrañable con el Padre General de la Congregación de la Misión, donde aflora por parte de éste la palabra honda, inteligente y de luz larga, algo que uno no se encuentra con frecuencia, quiero recordar con afecto especial aquellos años de primera juventud donde pude participar vivamente de la experiencia de Juventudes Marianas Vicencianas.
En Andújar, junto a los Padres Paules y las Hijas de la Caridad, que fueron unos magníficos compañeros de viaje y unos guías de atinados rumbos, iniciamos una ruta con JMV que nos formó desde el carisma vicenciano en el caudal del Evangelio, avivó nuestra vida espiritual y le dio un amplio horizonte, y nos enseñó un camino de servicio, de encuentro con el otro y especialmente con el necesitado de mil maneras. Nombres como Sor Juliana, Sor Antonia, el Padre Martín, el padre Camarero,….eran los proeles de aquella nave a nivel local,… Luego, tantos otros nombres de Hijas de la Caridad y de Paules, Sor Arteaga, el Padre Lusarreta,… Convivencias en el Santuario de la Virgen de la Cabeza, en la casa de las Viñas, en el Seminario Reina de los Apóstoles, aquellas pascuas de Benagalbón.
Qué decir, sino que nuestra ilusión juvenil se empapó de valores cristianos, del humanismo de la verdad de Cristo y que el camino vicenciano lleva en su médula. Una de aquellas jóvenes del grupo de Juventudes es hoy mi esposa y compañera, desde entonces seguimos juntos, y nunca nos falta la mirada vicenciana ante las cosas, antes los días. Aún conservo en mi Biblia una hoja del eucalipto de Benagalbón, con la frase “habla Señor que en el camino estoy para escucharte y hacer de tu palabra un sentir permanente”.
Después, la vida me ha llevado por sendas diferentes, pero ahora que peino algunas canas, puedo decir que la huella de JMV, perdura y sigue fresca en mi corazón. Allí donde luego he recalado: la parroquia, la enseñanza, trabajos de pastoral, el día a día de la realidad, la llama de San Vicente de Paul, su mensaje de entrega sencilla, ha sido siempre un aliciente para mi alma, un candor para mis querencias, una buena brújula para afrontar los buenos momentos y los derrotes de la existencia. Por eso, a los jóvenes que puedan leer estás líneas, sólo me queda decirles que el ideal vicenciano es un vivo y rico pálpito de enjundia, un buen compañero de viaje, que les recomiendo.
El lugar no puede ser más propicio para el encuentro: El seminario Reina de los Apóstoles, de los padres Paules, en Andujar, un lugar encantador, una joya de la nueva arquitectura que alumbró España por los años sesenta del pasado siglo, obra del arquitecto Luis Laorga Gutiérrez. Sus modulares formas, blancas y sencillas, perfectamente en comunión con la luz, la locuaz claridad y la calidez meridional, se entreabren a pequeños patios floridos en los que resuena, como un susurro, la poesía del agua; metáfora arquitectónica de la trascendencia ascética del sueño de la propia tierra andaluza.
Hoy, este lugar, fruto del nuevo sentido que tomaron las vocaciones religiosas, no tiene la función por la que se construyó y está a la espera de un destino que lo conserve íntegro y activo. Por cierto La Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, a través del Centro de Documentación del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico (IAPH), acaba de concluir la elaboración del primer Registro Andaluz de Arquitectura Contemporánea. Un total de 1.100 bienes de la arquitectura producida en la comunidad autónoma a lo largo del siglo XX integran este registro, de los cuales un grupo formado por los 200 edificios de mayor calidad y relevancia, entre los que se encuentra éste, serán protegidos por la Dirección General de Bienes Culturales de la Junta. Desde los luminosos jardines interiores entra en la estancia una luz primaveral que da al espacio un pálpito especial.
Nos encontramos con el padre Gregory G. Gay, (Baltimore, 8-10-1953) General de la Congregación de la Misión y de las Hijas de la Caridad, que ha estado realizando una visita pastoral por España
El Padre Visitador Provincial nos dispone a la entrevista con distintas prevenciones, consejos e instrucciones. Luego, como siempre ocurre en este tipo de circunstancias, cuando un personaje tiene vuelo de auténtica altura y hondo caudal, nos encontramos con una persona sumamente sencilla, asequible, cercana; pero que a la vez imanta un algo que engancha, que atrae, irradia ese estado que podemos denominar en general, y que engloba distintos significados y sentidos de luz larga, paz. El Padre Gregory tiene ese halo que sólo tienen ciertas personas cuya humanidad se siente candeal; personas con un pálpito que transciende.
P.- Desde el 2004 es usted general, en principio por seis años, de esta enorme familia de la Congregación de la Misión. ¿Pero cómo ha sido el camino hasta llegar a esta situación?
R.-Simplificando mucho he de decir que soy el segundo de diez hermanos. Al tener un tío mío de misionero paul, la Congregación me era familiar. Cuando nos encontrábamos y me contaba sus experiencias misioneras, su vivencia de la fe; de algún modo fue abriendo en mí una luz, una brecha; así surgió mi vocación. Me ordené el 24 de mayo de 1980. Luego fui destinado a la Universidad de Niágara, de los Paules, en Filadelfia. Luego me destinaron a Panamá desde 1985 a 2000, donde ejercí como párroco y formador en filosofía, teología y Seminario Interno. Asimismo fui coordinador de la Misión de la Provincia de Filadelfia en Panamá; era una labor misionera en distintos ámbitos. Posteriormente en 2000, tuve la encomienda de ser visitador de la provincia de América Central con cuarenta misioneros, nueve casas salpicadas en cuatro países. Luego fui reelegido para un nuevo periodo de cuatro años; pero al paso salió este nuevo y mayor servicio.
P.- ¿Cuáles son sus retos en este momento de la Iglesia y de la Congregación?
R.- Creo que es muy importante ser un animador de la familia vicenciana, que no corresponde sólo a los padres Paules y las Hijas de la Caridad. La familia vicenciana es algo más. Hay diversas entidades que viven el carisma de la Congregación de la Misión, incluso hay diversos estadios de compromiso con el mismo; aquí por ejemplo una referencia histórica son las Conferencias de San Vicente o la Asociación de la Medalla Milagrosa. Pero hay otras distintas organizaciones que forman parte del cuerpo vicenciano. Una , por ejemplo es Feyda, de carácter educativo; otra, la Sociedad, seglar, de San Vicente de Paul, que tiene unos fines de asistencial y tiene presencia en 138 países. Hoy el laicado es muy importante para toda la Iglesia en general y cada vez más va a tener que jugar papeles importantes dentro de las organizaciones eclesiales. Pienso que una labor mía debe de ser eso, animar en el espíritu de San Vicente de Paul, promover la unidad en torno al mismo de toda la familia
La Congregación está en ochenta y cinco países. Sin embargo todos sabemos que en el mundo más desarrollado, que podemos identificar con el norte, hay un envejecimiento generacional en los religiosos, las vocaciones van más con cuentagotas. En el lado sur, en Asia, África y América Latina, hay más vocaciones, más efervescencia religiosa.
P.- ¿Se seculariza el mundo?
R.-Según en qué sentido hablemos. Sí es cierto que existe en el mundo desarrollado una inclinación secularizante de la vida. Pero que contrasta con una constatación de una necesidad de profundizar en las creencias religiosas; en una necesidad mayor de la vivencia del mensaje de Jesucristo. La persona que hoy vive su fe en nuestro mundo, llamémosle occidental, lo hace porque quiere no por imposición o por reglas de un país. Por lo tanto, la religiosidad se vuelve más rica, más honda, se llegan a más matices desde la propia indagación personal.
P.- Antes de comenzar la entrevista, usted me señalaba que uno de los retos de la Congregación, de lo que en España conocemos más por los Paules y las Hijas de la Caridad es responder a las nuevas pobrezas.
R.-Sí claro, hoy las pobrezas, digamos, que han variado, las necesidades humanas han cambiado, son menos vistas desde el lado del mundo desarrollado. Y en la Iglesia, y en nuestra congregación, debemos responder a ellas. Los emigrantes que están llegando y que conllevan muchos problemas de marginación, de integración en la sociedad. La interculturalidad acarrea problemas grandes de convivencia en algunas partes. El sida; las drogas; el decaimiento en la apreciación de los valores humanos y cristianos; son cuestiones que hoy nos interpelan. Y hay que darles respuesta; nosotros desde nuestro carisma tenemos ahí un camino.
En otros momentos fueron muy interesantes las Misiones Populares. Pues aquello, renovado, reactualizado; su esencia de reverdecer el espíritu misionero, puede ser hoy un buen camino en la sociedad global.
P.- ¿Y está preparada para ello la Iglesia?
R.- Lo bueno de la Iglesia es que tiene distintos tipos de agentes con distintos tipos de proyectos, de formas de poner al día el evangelio. Nosotros entendemos que la caridad de Cristo es mucho más que el existencialismo y que desde la educación, desde la cooperación social y sanitaria, desde el trabajo directo con colectivos con problemas importantes, se puede influir en dar dignidad al espíritu humano, y éste tiene su fundamento en lo religioso y trascendente, en la búsqueda de ese algo más, que sólo la salvación que propone Jesucristo rubrica verdaderamente. Debemos colaborar a que cambien las estructuras sociales. Hay una parte del mundo, frente a la mirada opulenta de la otra parte, que está en la miseria, que vive en la pobreza, que no tiene cubiertas las necesidades mínimas para una vida digna. Tenemos que ser más la voz de esta parte del mundo, activar su grito, acompañar sus pasos. Mire, a los pobres y marginados tratamos de ocultarlos. Piense en una ciudad, en un país,…Nunca vemos a los pobres, la sociedad los oculta.
P.-Por lo que me dicen incluso usted físicamente quiere dar testimonio de ello.
R.-Desde mi cargo y responsabilidad, con todo lo que conlleva, es difícil. Mi ubicación al frente de la Congregación es en Roma. Sin embargo trato allí dedicar sólo diez días a atender temas burocráticos, correspondencia, distintas gestiones, y luego pasar veinte días de cada mes fuera de Roma y combino mi trabajo pastoral para visitar lugares de pobreza. Desde un despacho no se puede tener la misma visión del mundo que en los lugares donde la voz del hombre clama por su dignidad integral.
P.- ¿Qué proyectos le mueven ahora?
R.- Casi ya hemos hablado de todo ello. Hoy contamos con 3400 paules y unas 19000 hijas de la caridad. Pero todas las manos son pocas cuando la mies es mucha. Es fundamental unir más a la familia vicenciana, revivificar algunas ramas. Hay muchas decenas de miles de seglares adscritos a las distintas vertientes de nuestra familia. Es necesario unir más, encuadrar en grandes proyectos, orientar. Cada día más tenemos que aprender a trabajar unidos.
En España uno de nuestros proyectos es que la familia al completo funciones como un gran cuerpo, y allí donde no pueden llegar unos, lleguen otros. Hoy el religioso debe de tener otras labores más concretas que antes. Antes había muchos religiosos y todo era más fácil. En España por ejemplo, los paules deben ser buenos acompañantes (orientadores, consejeros, motivadores,…) de toda la familia en el apostolado.
P.- ¿Y la Iglesia hoy?
R.-Tiene una labor fundamental. Actualizar sus distintos carismas, volver a beber en las fuentes; revitalizarse adaptándose a los tiempos.
P.- ¿Qué herencia quiere dejar?
R.- No quiero dejar una huella muy marcada. Sólo quiero continuar una cadena, continuar a los que me han precedido. No se trata de significarme personalmente sino de significar los grandes valores de la Congregación de la Misión. Juan Pablo II nos pidió volver a las raíces, evangelizar a los pobres y acompañar al clero en su formación. Ese debe de ser el sentido de nuestra proyección y resumiéndolo: Vivir plenamente nuestra vocación.
P.- ¿Y quienes son los Paules y las Hijas de la Caridad?
R.-Los que están con los pobres.
P.-Por último ¿qué titular pondría a esta entrevista?
R.- ¿Qué piden los pobres de nosotros?
Alfredo Ibarra
Querido amigo, gracias por tus palabras. Ya he retirado y guardado la entrevista de que me hablas. Te agradezco que la pongas aquí, porque así la podrá leer mucha más personas.
Me alegra que te guste este humilde espacio y agradezco tus palabras.
Aún recuerdo los "san viernes" ¡qué tiempos! ¿verdad?
Un beso para Cabe y las niñas, y otro grande para ti
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