martes, 19 de agosto de 2008

La denuncia de un Misionero amigo


Tengo un amigo sacerdote, Misionero en Ecuador y hace tiempo publicó una crónica en su blog. Como su blog es restringido, he pensado publicar su post, para darla a conocer y que el resto del mundo sepa la realidad que se está viviendo allí y lo que están viviendo él y otros misioneros en esa zona.
Sigo con la cadena de denuncias, porque me parece tremendo que quieran callar las voces de los que trabajan por la Paz, la Justicia y los Derechos Humanos de los más pobres.
La ha titulado:

"EL MIEDO NO PUEDE CALLAR NUESTRA VOZ".


Mi amigo se llama Luis Fernando, y desde aquí le mando todo mi cariño y mi recuerdo.

La crónica es ésta:

Conocer la realidad en la que vivimos es un paso primero y necesario cuando queremos aportar un granito de arena en la transformación de este mundo que nos rodea. Los cristianos somos llamados por nuestro Maestro, el Señor Jesús, a no ser indiferentes ante el sufrimiento del otro y a comprometernos con él en la búsqueda de su bien y su felicidad.

En la zona norte de la provincia de Esmeraldas, los representantes de las diferentes parroquias eclesiales: laicos, religiosas y sacerdotes, nos hemos reunido en estos días y hemos tratado el tema de la violencia que últimamente nos circunda y que ha de provocar en nosotros algún tipo de reacción y de respuesta efectiva.

Después de analizar la realidad de nuestra zona podemos concluir que nos vemos rodeados de una violencia que podríamos llamar estructural, una violencia organizada en torno a intereses económicos muy concretos ligados a la posesión de la tierra, la extracción de su riqueza, la tala de los bosques, el comercio de armas, el contrabando de drogas, etc. Estamos presenciando un éxodo del campo a la ciudad de muchas personas que, no salen de su tierra por propia voluntad, sino que se ven obligados a vender o malvender sus campos bajo amenazas de muerte para que aquellos que tienen poder económico puedan formar sus codiciados latifundios. En algunos lugares los moradores no tienen agua ni para bañarse pues la contaminación con mercurio que están provocando las compañías extractoras de oro en los ríos está alterando el medio de tal manera que sólo mojarse en esas aguas provoca una reacción violenta en la piel. El robo de ganado o de los motores de las embarcaciones de los pescadores, delitos cada vez más comunes, hace que muchas familias pierdan lo poco que poseían para sostenerse.

¿Quién puede enfrentar a esos grupos armados que provocan esta violencia cuando la justicia está lejos, se vuelve ineficiente o no existe, cuando los que tenían que guardar el orden tienen miedo u observan impávidos lo que sucede a unos metros de ellos? Se convierte en una violencia que llama a violencia y provoca una cadena interminable de muerte. Violaciones, secuestros, asesinatos, amenazas, asaltos se están convirtiendo tristemente en algo habitual en una tierra cuyos moradores disfrutaron por siglos de una paz y una convivencia con la naturaleza que ha preservado el gran tesoro de estos bosques que forman esta zona maravillosa hasta hace unos años.

Esta realidad trágica llama a nuestras conciencias, interpela nuestra humanidad para denunciar donde sea denunciable lo que estamos observando y viviendo de cerca. Esta violencia destruye en todo sentido nuestro entorno vital y nuestras familias, se apodera de nuestras poblaciones y no podemos quedarnos parados viendo el desastre. Muchas personas sufren y no son capaces de denunciar, de hablar porque tienen miedo. Pero no podemos dejar que el miedo, reacción normal, termine por callar nuestra voz. Queremos con este escrito llamar a las organizaciones populares, a los centros educativos, a las comunidades cristianas, a todo aquel que llegue a conocer esta realidad, a que apoye una denuncia y un trabajo constante y solidario en pro de la paz y la justicia en nuestra zona. La unión hace la fuerza y no dejaremos que el interés egoísta y su brazo armado la violencia sea el futuro para la sociedad en la que queremos vivir y de la que queremos formar parte activa.



A mi me pareció tremenda el día que la leí ¿y a vosotros?

Ciao.

3 comentarios:

Anaroski dijo...

A mi también me ha parecido tremenda, y pone de manifiesto la dura realidad que viven nuestros misioneros dando la vida por los demás. Desde muy pequeña, he tenido una gran admiración a estas personas, recuerdo cuando alguna misionera de la Compañía de María nos hablaba de el proyecto que llevaban en el Congo, en Sudamerica. Incluso dejando al lado la religión, para los que no creen es admirable la labor que hacen para la sociedad, muchas veces pienso, lo injusta que es nuestra sociedad con la Iglesia, que pena que labores como estas pasen desapercibidas y no sean noticias de los periódicos, porque a los que tienen el poder no les interese que el pueblo vea lo que se puede hacer bajo la caridad, la unidad y la solidaridad.

Buenos días.

lojeda dijo...

Por eso me he decidido a publicarlo, porque ahora que tanto se ataca a la Iglesia Católica, parece que sólo tiene lujos y personas acomodadas en sus puestos de relevancia en todo lo alto, pero hay muchos sacerdotes y seglares (yo conozco unos pocos) que se juegan la vida literalmente, llevando ayuda humanitaria y religiosa a países que nadie se acuerda de ayudar.
Parece que la Iglesia Católica todo es lujo y buena vida, pero esta crónica deja de manifiesto "que no es oro todo lo que reluce", y que sin ellos poco desarrollo personal y humano podrían tener estas personas ayudadas.
Mi homenaje desde aquí a todos esos misioneros y misioneras sacerdotes, religiosos y seglares, que se entregan en cuerpo y alma para luchar por un mundo mejor.
Besos Ana, buenos días

Armando Vallejo Waigand dijo...

El relato es estremecedor. Queda claro que tu amigo, el misionero, está viviendo los hechos en primera persona, de otro modo sería imposible contarlo con tanta fuerza. Leído el texto, me maravilla el compromiso de estas personas, y por ellas hay que dar gracias a Dios; y al mismo tiempo, me golpea la crueldad de los hechos que describe. Siento impotencia y rabia. Oración, denuncia —como la publicación de este post— y sensibilización, son las respuestas que se me ocurren.

Saludos.