miércoles, 15 de julio de 2009
Así son mis emociones
A veces lleno la vida de argumentos, palabras, teorías, doctrinas, ideas… sobre todo. Sobre Dios, sobre mí, sobre lo que hago o lo que quiero hacer, sobre mis gentes…
Pero cuando dejo el corazón desnudo, allá donde las palabras ya no saben pronunciarse, allí siguen latiendo el calor, la pasión, el desasosiego, el miedo, la dicha, el temblor… Y Tú, Señor me hablas también en ese lenguaje.
No quisiera quedarme apática, indiferente a todo, fría, ajena a Ti, a los otros y a mis propias fuerzas.
¿Qué sería de una vida así? Sin tormentas ni remansos de paz. Sin cuestas de enero, en las que parece que el mundo da vértigo, o sin momentos de quietud en los que todo vuelve a su sitio.
¿Qué sería mi vida si no hubiese en ella ilusiones, zozobra, instantes de dicha y otros de desasosiego? ¿Qué sería mi historia sin lágrimas ni risas? ¿Qué sería cada día sin amor o desamor?
Gracias por crearme así, sensible, sentimental (que quiere decir capaz de sentir, y ojalá sea mucho) capaz de vibrar, de temblar, de volverme loca a ratos...
La tormenta asusta. En esos momentos creo que me voy a hundir. Me asusta y me descoloca. Pero también me despierta.
Me hace vivir, luchar, revolverme si algo no me gusta o me duele. Me hace levantar la cabeza, el corazón, los brazos, preparada para defenderme de lo que amenaza, o para afrontar lo difícil con valentía.
La tormenta es el mal de amores, las relaciones complicadas, las discusiones familiares, el agobio diario, la incertidumbre sobre mi vida y la de los míos y mi caminar por la vida cuando se me vuelve espinoso. Todo eso es la tormenta…
… Pero en ella no estoy sola, porque Tú estás conmigo.
La calma son esos momentos en que el sentimiento es más cálido. Es el abrazo anhelado que se recibe y se convierte en bálsamo que aquieta y sosiega. Es la palabra que acuna, arropa e ilusiona. Es la alegría tranquila cuando parezco encontrar respuestas, es la seguridad de ver a todos los tuyos bien.
Es el momento de perdón tras una discusión (cuando vuelvo a encontrarme con la mirada que necesitaba). Es el silencio cargado de música. Es la satisfacción por la tarea terminada. Y es tu Evangelio cuando me llena de coraje, de empuje, de sentido…
… Y en la calma no estoy solo, porque Tú estás conmigo.
¡Gracias Señor, por estar siempre conmigo!
Ciao.
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2 comentarios:
Lojeda, reconfortante entrada, me identifico totalmente con ella, gracias por compartir. Queoquina
Queoquina, gracias a ti por tu visita y por tu comentario. Ya sabes que eres siempre bienvenida.
Un abrazo
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