
Te vas o no te vas; haces o dejas de hacer; dices o dejas de decir.
Y la gente, a tu alrededor comienza con una serie de suposiciones e interpretaciones sobre ti, que la mayoría de las veces no son reales ni veraces:
"No vino para no comprometerse"; "Se fue allí con tal intención"; "Dijo esto, pero quería decir aquello".
Y la gente proyecta en ti sus propios mundos y sus propias inseguridades, y hacen sus presuposiciones enteramente subjetivas y gratuitas, con frecuencia al filo de la calumnia.
Y así comienza a formarse una imagen distorsionada sobre ti que va transformándose en caricatura.
Es injusto, no hay derecho. Y lo peor es que hacemos lo mismo con los demás. Lo hacemos todos: Unos con otros, o mejor, "unos contra otros".
Se suavizaría nuestra visión de los demás, si practicáramos mejor el mandato evangélico:
"No juzguéis y no seréis juzgados", si pensáramos que mucho de lo que hacemos, decimos o pensamos no procede del verdadero yo, que es la conciencia objetiva de mi propia identidad, sino de su falsificación, producida por múltiples influencias a las que desde el pecado original nos resulta difícil ser ajenos y que solo con la gracia de Dios son superables.
Es muy difícil, por no decir imposible, que exista plena conciencia y pleno consentimiento en muchas cosas de las que hacemos, sean buenas o malas, objetivamente hablando.
Pero seremos juzgados por la parte de conciencia y el consentimiento que pusimos en esas acciones y de las que somos absolutamente responsables.
Ese "YO" ficticio y exterior no existe. Es una ilusión imaginaria. Es una imagen falsificada del verdadero yo.
El "YO" es una ficción que nos seduce y nos obliga a doblar las rodillas y extender los brazos, para adherirnos a ella con todos los deseos.
Es como quien se abraza a una sombra. No es esencia, sino pasión encendida por los deseos, temores y ansiedades. Es una mentira.
El verdadero yo, la esencia de nuestro espíritu, es la que en última instancia decide con libertad más o menos limitada por el "YO" ficticio.Ciao.
2 comentarios:
Pues ahora que acaban las vacaciones y vuelven a realizar ejercicios para eliminar los kilos recuperados, empecemos a ejercitar el valorar a los demás. El aceptar nuestras debilidades, nuestras caidas y frustraciones, nuestros errores y meteduras de pata y cuando lo hagamos sabremos ser comprensivos con el prójimo. La aceptación personal de nuestra condición humana y vulnerable es esencial.
Angel tienes toda la razón. Yo creo que lo importante es comportarse uno tal y como es, sin caretas ni disfraces.
Estamos acostumbrados a esforzarnos por ser lo que no somos y aparentar lo que no sentimos, y eso puede confundir a los demás y provocamos que nos malinterpreten, porque al final siempre sale el otro "yo" que nos delata antes o después.
Hagamos un ejercicio de sinceridad con nosotros mismos y dejemos fluir desde dentro el yo auténtico.
Buenas noches y un abrazo. Gracias por tu visita una vez más.
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