jueves, 12 de noviembre de 2009

Los propósitos de la oración


En Cristo tiene lugar la plenitud de la Revelación. En su palabra y en su vida se contiene todo lo que Dios ha querido decir a la humanidad y a cada hombre.

En Jesús encontramos todo lo que debemos saber acerca de nuestra propia existencia, en Él entendemos el sentido de nuestro vivir diario.
En Cristo se nos ha dicho todo, y a nosotros nos toca escucharle y seguir el consejo de Santa María: “Haced lo que Él os diga” (Juan 2, 5).

Ésa es nuestra vida. Oír lo que Jesús nos dice en la intimidad de la Oración y a través de los acontecimientos que Él manda o permite, y llevar a cabo lo que Él quiere de nosotros.
A la oración debemos de ir para hablar con Dios, pero también a escuchar sus consejos, inspiraciones y deseos acerca de todos los aspectos de nuestra vida.
Nuestra Madre nos enseña a escuchar a su Hijo, a considerar las cosas en nuestro corazón como Ella lo hacía (Lucas 2, 19).

La oración sincera debe ser con rectitud de intención y sencilla, como habla un hijo con su padre, un amigo con su amigo, “están siempre atentos los oídos de Dios”.
Él nos oye siempre, aunque en alguna ocasión tengamos la impresión de que no nos atiende. Y también nosotros debemos prestar atención a Jesús que nos habla en la intimidad de la oración.

El Señor deja en el alma abundantes frutos, aunque a veces nos pasen inadvertidos. Procuremos rechazar cualquier distracción involuntaria, veamos qué debemos cuidar para mejorar ese rato de conversación con el Señor, y seguir el ejemplo de los santos, que perseveraron en su oración a pesar de las dificultades.

Al hacer nuestra oración, siempre tenemos a nuestro Ángel Custodio a nuestro lado, para ayudarnos y llevar nuestras peticiones al Cielo (mirar Mateo 18, 10).
Examinemos si nosotros estamos atentos a lo que quiera el Señor decirnos en nuestro diálogo.

Los propósitos que sacamos de la oración deben estar bien determinados para que sean eficaces, para que se plasmen en realidades, en planes concretos o, al menos, en el empeño por que así sea.

Los propósitos diarios y esos puntos de lucha bien determinados, nos llevarán de la mano hasta la santidad, si no dejamos de luchar con empeño y con la fe de que Él nos ayuda en nuestro propósito.
Con la ayuda de la Virgen podremos llevarlos a la práctica.

Ciao.

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