
Tres tiempos para la vida, como un paso de baile que uno fuera repitiendo en distintas circunstancias. Así son las cosas con Dios y con los hermanos.
Vivimos sedientos, necesitados de Ti, anhelando tu presencia y tu consuelo.
En ocasiones apareces y lo transformas todo. Luego te vuelves a ir, es imposible tenerte, y así, se va trenzando una historia de presencias y silencios, de llamadas y respuestas, de muertes y resurrecciones. ¡Dios, es imposible tenerte, y sin embargo, estás con nosotros, lo sentimos…!
Tenemos sed de ti, Señor. Sed de encuentro, de abrazo, de sentido. En muchas ocasiones no sabemos dónde estás.
Se nos va pasando la vida y no sabemos hacia dónde mirar para encontrarte.
Le preguntamos a los rostros amigos, a la gente lejana, a los libros, al silencio, a nuestro corazón...
“¿Dónde está Dios?” “¿Cómo es?” “¿Qué dice?”... Y no siempre hay respuesta. Toca seguir persiguiendo tus pasos, tus huellas, tu promesa.
Para que Tú llenes un poco nuestros días, nuestro trabajo, la amistad, el amor, para que nos fortalezcas en las horas tristes y en los momentos alegres. Para que nos arrulles, con voz infinita, nuestras noches oscuras…
Luego apareces. No sabemos muy bien cómo. En un rato de oración tranquila, en un texto del Evangelio, o al cantar una canción cargada de sentido, en una conversación entrañable, en una tarde de fiesta o al leer palabras prestadas que hablan de ti...
Apareces con esa manera tan tuya, Te revelas en el abrazo que nos haces sentirte en nuestra casa, en los ojos brillantes que nos miran cercanos, apareces como buena noticia que nos dice que la vida es plena, y que hay que hacerla buena para todos. Y entonces te creemos, y todo está bien.
Ciao.
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