miércoles, 14 de abril de 2010

Tenemos grandes retos que conseguir


La sociedad tiene ante sí grandes retos. Todos nosotros, tenemos grandes retos que cumplir. Esta afirmación, que puede parecer un tópico, resulta que no lo es. No es tampoco un titular grandilocuente que permite hacer un discurso, más o menos demagógico, de cualquier orden social, laboral, político... Sencillamente es una realidad.

Si atendemos a los comportamientos más habituales que se encuentran en el transcurrir diario de la vida de las personas, se puede observar que los valores que rigen nuestra sociedad son demasiado personalistas, un tanto deficientes y con unos objetivos para conseguir unos beneficios inmediatos y rápidos.
No se pensamos en las consecuencias de situaciones o de decisiones que se presentan a medio o largo plazo. Todo queremos conseguirlo en el acto. ¡Ya!
Somos muy sensibles a las cuestiones materiales o económicas. Hay medios económicos para hacer todo tipo de salidas de ocio, espectáculos, viajes variados, vacaciones, etc., entonces todo va estupendo.
Por consecuencia, si no hay intereses materiales de por medio, todo termina siendo relativo, y quizás, muy relativo. Si no nos lucramos no nos interesa.
Somos sensibles a una dificultad más o menos grave en la inmediatez de su aparición, pero cuando pasa un periodo de tiempo, no muy largo, tratamos de desconectar de esas situaciones engorrosas y buscamos salidas para alejarnos de esa situación.
S0mos sensibles a cualquier tragedia de cualquier magnitud, sea de tipo natural o por causas violentas o de cualquier otro orden.
En este caso, inmediatamente la sociedad se pone en pie, se organizaran manifestaciones de repulsa, cuestaciones para recaudar dinero para los damnificados, etc., pero pasara el tiempo, no excesivo igualmente, y solo quedará el recuerdo muy difuso, denominado así, porque faltará el coraje, si fuera necesario, para conseguir la solución al problema surgido o para exigir las responsabilidades que se puedan derivar.
Cada día van aflorando noticias de sucesos de la más variada delincuencia o corrupción, que hasta hace poco eran inimaginables y que están minando alarmante y lentamente nuestra convivencia.
Ahí están un buen número de actos delictivos que van haciendo un daño grave a la sociedad en las personas o familias afectadas, pero que “como a nosotros no nos ha tocado”, pues después de encogernos de hombros mostrando nuestra impotencia, seguimos cada cual por nuestro camino sin que, fruto del coraje apuntado más arriba, se le exija a nadie responsabilidades de ningún tipo.
A quien los que le han afectado directamente el suceso, sufren las trágicas consecuencias; si pueden, lo divulgan en los medios de comunicación, pero al final surge como una respuesta silenciosa, que lleva el mensaje de: “Como te ha tocado a ti... que le vamos a hacer”...
Por el contrario se muestran exigencias en todo lo que ya he apuntado más arriba que parece interesar de una forma prioritaria y casi exclusiva: Ocio, espectáculos, viajes variados, vacaciones, etc., resultando de ello, algunos modos y comportamientos a veces groseros y mal educados, porque no se permite a la persona que nos atiende ningún fallo o porque se pretende obtener una comodidad, un placer u otra cualquier cosa que son imposibles ofrecer de forma normal.
Aquí la pérdida de esa sensibilidad de la que estoy hablando, hace que las personas se comporten de una manera impropia, olvidando su propia condición y sus propias limitaciones, que tantas veces le han mostrado a ellos, cuando con sus muchos fallos y deficiencias en el comportamiento con los demás precisamente les han reprendido.
El reto que tiene la sociedad, que tienen las personas para acabar con tanta insensibilidad y para conseguir, por el contrario, desarrollar esta cualidad humana que la hace capaz de poder afrontar cualquier circunstancia, dándole la respuesta moral más adecuada, es identificar y reconocer en profundidad el asunto de que se trate.
De nada nos sirve ponernos delante de cualquier cuestión, de cualquier realidad, del tipo que sea, o que una persona tenga un problema, una adicción, o cualquier otra situación problemática, que mientras no identifiquemos la realidad y no reconozcamos como tal, se hace totalmente imposible la reacción necesaria para ponernos en movimiento y arreglar o superar el tema en cuestión.
La inclinación natural que tienen las personas a dejarse llevar de los afectos de compasión, humanidad y ternura, expresión de lo que es la sensibilidad, necesita ser atendida y cultivada.
Esto supone un esfuerzo personal considerable y continuo, que es, quizás, lo más costoso, porque nuestra propia sociedad, con todos los medios a su alcance, no invita precisamente a perseverar y a ser constantes en los buenos propósitos. Se está creando la cultura de lo fácil y de la ley del mínimo esfuerzo, y eso nos lleva a depresiones, y situaciones que hace unos años era inimaginables.
Con no poca facilidad se abandonan compromisos serios por razones de conveniencia, de egoísmo o de cualquier otro tipo que van marcados por esas señales de materialismo que ya he señalado.
Pero en todo caso, es un reto personal descubrir y ayudar a descubrir a los demás, que en los valores más inherentes a la naturaleza humana ,son en los que han de asentarse el desarrollo de la vida personal y en el de todas las demás manifestaciones de la vida.

Ciao.

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