viernes, 21 de mayo de 2010

Mis emociones


A veces lleno la vida de argumentos, palabras, teorías, doctrinas, ideas… sobre todo... Sobre Dios, sobre mí, sobre lo que hago o lo que quiero hacer, sobre mis gentes…
Pero cuando dejo el corazón desnudo, allí donde las palabras ya no saben pronunciarse, allí siguen latiendo el calor, la pasión, el desasosiego, el miedo, la dicha, el temblor… Y Tú Señor, me hablas también en ese lenguaje.
No quisiera quedarme apática, indiferente a todo, fría, ajena a Ti, a los otros y a mis propias fuerzas.
¿Qué sería una vida así? Sin tormentas ni remansos de paz. Sin cuestas de enero, en las que parece que el mundo da vértigo, o sin momentos de quietud en los que todo vuelve a su sitio.
¿Qué sería mi vida si no hubiese en ella ilusiones, zozobra, instantes de dicha y otros de desasosiego? ¿Qué sería mi historia sin lágrimas ni risas? ¿Qué sería cada día sin amor o desamor?
Gracias Señor, por crearme así, sensible, sentimental (que quiere decir capaz de sentir –ojalá mucho-), capaz de vibrar, temblar, volverme loca a ratos...
Las tormenta me asustan. En esos momentos creo que me voy a hundir. Y me desinstala. Pero también me despierta. Me hacen vivir, luchar, revolverme si algo no me gusta o me duele. Me hace levantar la cabeza, el corazón, los brazos, preparado para defenderme de lo que amenaza, o para afrontar lo difícil.
Las tormenta de mi vida son el mal de amores, las relaciones complicadas, las discusiones familiares, el agobio del trabajo, la incertidumbre sobre mi vida o mi futuro y tu Evangelio, Señor, cuando se me vuelve espinoso. Todo eso son mis tormentas…
… Pero sé que en ella no estoy sola, porque Tú estás conmigo.

Ciao.

1 comentario:

ARCENDO dijo...

Nunca estás sola, nunca estamos solos..., gracias por esta afirmación de lo evidente. SALUDOS.