jueves, 24 de junio de 2010

La oración constante



Una de las frases que más impactaron mi vida fue cuando escuché de labios de un sacerdote amigo esta frase:

“Dios no se glorifica en tus derrotas. El se glorifica en tus victorias”.

Los cristianos muchas veces experimentamos lo que los puritanos del siglo XVIII llamaron la vara disciplinaria de Dios.
Situaciones en que las cosas no nos salen tan bien como deseamos, y no logramos encontrar una respuesta lógica. Normalmente nos llega en momentos donde nuestra relación con Dios es buena.

Es por ello que se hace necesario que nos ejercitemos en la oración constante, para estar preparados para los tiempos en donde el dolor de las duras pruebas, no nos hagan disfrutar al máximo el gozo de la salvación.
Es entonces, cuando debemos comprender que Dios está forjando un carácter en nosotros.

En 1 de Tesalonicenses 5:16-18, el apóstol Pablo nos dice: “Estad siempre alegres. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús”.

La práctica de la oración constante, debe formar parte de la vida de todo cristiano, y gracias a la obra del Espíritu Santo, podemos conocer más íntimamente a Dios, aprendiendo a confiar en Su voluntad siempre buena y perfecta para nuestras vidas, aunque a nuestro alrededor, las circunstancias nos muestren una situación oscura y tengamos sentimientos de duda y temor.

Al orar sin cesar, aprendemos a depositar en Cristo nuestras cargas y temores en un futuro que nos puede parecer incierto. Nuestra fe se incrementa porque podemos sentir al Dios Invisible caminado a nuestro lado.

Debemos comprender que “orar sin cesar”, no puede ser jamás una vana repetición de oraciones aprendidas; es más bien discernir la presencia de Dios, en cada uno de nuestros actos, ya sean sencillos o complejos.

Aprendemos en el dolor y la adversidad a dejar de mirar el proceso, y la carga misma. Por medio de la oración constante visualizamos Sus propósitos, y el resultado final siempre positivo para nuestra alma.
Nos lleva a confiar en Aquél que nos ha prometido llevar todas nuestras cargas. La queja ya no debe ser una inquilina en nuestra alma.

Ese conocimiento de Dios a través de la oración constante nos hará siempre confiar, viendo la victoria de Cristo en nosotros aunque los demás vean aparentes derrotas.

Ciao.

No hay comentarios: